A
bocados hay que comerse a quien sea… si
hace falta.
Lolaaaaaa, “los bocaos” – llamo a mi perrita que anda divagando con su
pelota por el pasillo - vente aquí
conmigo que empiezan “los bocaos”. Nos acomodamos los dos dispuestos en el sofá
a ver la TV2 que es la única que nos cuenta “verdades”, lo demás, todos son
trapos sucios de unos y otros lavados en plaza pública para regodeo y mal gusto
o decadencia, seguido del politiqueo de
un nivel deplorable y vergonzoso
¡lástima de país! Entre embusteros y ladrones… menudo tema, pero bueno a lo nuestro.
En primer término, una leona acecha maquinando cualquier cosa que nos
embarga de toda otra cuestión. Entre el
herbazal y al acecho apoyada las yemas de sus garras sobre el terreno y puestas en
tensión, los vértices de los omoplatos lo denotan marcando levemente la curvatura de su espina dorsal; avanza
sigilosa, casi se deduce, no se ve, “encañonando” su anatomía impertérrita cuyo
punto de lanza son dos pupilas de “pólvora” clavadas en bronce amarillo de unos
ojos fijos en un punto, hasta el que toma medida y que el moderno
láser erraría, poco habrá de fallar; sin titubeo ni enfoque distinto, para
el soslayo y el reojo no hay lugar por el momento, vendrá luego del “disparo”
buscando el apoyo logístico de las demás leonas que agazapadas, no muy lejos, andan a la
espera del supremo momento.
Se amplía la imagen que ofrece el documental y ya se ven horizontes en
lejanía, donde campan en grandes manadas: Ñus, unos pocos de Elefantes y entre
otros habitantes de estas inmensas sabanas del Serengueti, hienas interesadas y
“muertas de risa” a la espera de cualquier descuido. Se detiene el objetivo y en un primer plano
nos ofrece a mi Lola y a mí, a una madre recién parida que limpia y lame a su
pequeño ñu, temblón y torpe que a duras penas lucha por mantenerse en pie y
ofreciéndonos imágenes enternecedoras y casi cómicas, hasta conseguir mantener
compostura… segundos después bajo las
patas de su madre demanda sustento.
Por un momento creo entender…
no, no puede ser, no es posible que a este “angelito animal” sea a quien
le toca. La leona se desplaza con toda astucia y cautela, me incorporo y recojo
los pies del suelo mientras mi Lola se apretuja sobre mí, algo intuye y la
tensión de la pantalla llega hasta apoderarse del sofá ¿Cómo es posible tanta
maldad? Espantado y abrazado a mi perrita asisto al drama sin atreverme a coger
el mando del aparato… con esto no puedo
¡Hijas de su madre! ¡Bárbaras! No tenéis corazón… Como fieras que son se lanzan sobre esa “Maternidad
picassiana” que embellece estas salvajes tierras africanas, enseñándonos su
verdad, la fiereza y el tú o yo, aquí no hay elección.
Cambia la imagen y nos ofrecen tres cachorros de león, preciosos,
parecen peluches de juguetes ¡Qué lindos! ¡Qué bonitos! Jugueteando se muerden la cola y se revuelcan
sobre la hierba que casi les cubre… pasa de dos días que no comen - nos aclara el narrador – si su madre no vuelve
rápida con algo corren peligros sus vidas…
y vuelve la escena anterior.
Nosotros con nula capacidad para seguir aceptando tan horrendo espectáculo,
cambiamos el aparato a la TV5 aunque sean unos minutos, que será suficiente; mientras,
dejamos a la madre ñu con su retoño bajo las piernas defendiendo la vida entre
acometidas y pataleo… no sabemos en qué
quedará este drama, ni queremos.
La dureza del momento me hace pensar en tantas y tantas luchas que los
seres humanos llevamos a cabo con tal de eso, de seguir viviendo, aunque bien
es verdad que con escenas tan crudas, piensas que lo tuyo no es nada.
Montero Bermudo.
S. Juan Despi en el mes de las
flores de 2.017
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