Confalonero y costalero… Jueves Santo de madrugada.
La más humilde y genuina forma de expresar
los sentimientos cofrades en Semana
Santa, los costaleros, aquellos que bajo el anonimato soportan el “peso de sus
creencias” con toda la dignidad y la mayor de las alegrías sin pedir nada a
cambio.
Costalero: hermandad, entrega, amor, fe,
tradición, creencia… llegado el momento te embarga la impaciencia.
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“… Se recogió San Gil, un año más concluyeron
promesas, terminó un miércoles Santo precioso de ambiente, sol gente… y la noche se hizo eterna. El día no amanecía, solo la luna que a través
de la ventana me acompañaba iba dándome consuelo… y compañía. Otro año más aquí
me encontraba y tan nervioso como siempre, mientras en la
noche parada, los ratones de la impaciencia se lo comían todo, menos las horas que faltaban; quería verlo de
cerca, mirarlo a la cara desde ese palo al que me agarro con los
mejores sentimientos y la noche larga,
larga, se estiraba, un nuevo alba que
andaba cerca… y que no
llegaba.
Jueves Santo, jueves de Confalón y de
Convento sagrado; de Victoria y de hortelanos, de cañateros y ecijanos, de
gente de creencias puras, de abnegados y
entregados. Jueves de Cristo moreno, del más grande, del
más bonito de todos los Cristos;
jueves de huerta sola, porque ese campo por un descanso puede esperar; de
¡Vivas! Y pies descalzos, de más ¡Vivas!... y abrazos.
De hermanos unidos por una fe, de
arrimar el hombro y buscar apoyo; de mano
echada en el de delante y de reojo bajo el capillo mirar arriba, arriba porque es
“su día” y ahí está El; crucificado por todos nosotros y que lo hizo pudiendo y no lo evitó, quiso
salvarnos y se entregó y hoy, hoy es su
día, porque es ¡Jueves de Confalón! ¡Jueves de Victoria! Y lo
llevamos a un pueblo entero para que lo quiera porque Él sí que nos quiso y ahí
clavado, por más que nos duela, entre
redobles destellantes de lagrimitas de cristal, tulipas encendías y claveles rojos lo paseamos.
Cualquier confalonero preferiría ir a
su paso, hablando y junto a Él, de
fiesta, de charla y confesiones sanas y no llevarlo en este dolor, pero está en sus
manos lo que se haga y así continuaremos mientras no decida otra. Saldremos de
la Victoria, de ese Bendito Convento, el del moral del milagro, que nos ofrece cobijo siendo lugar donde al abrigo entre tanto
hermano es el mejor venero de una fuerte
pasión. Descalzos como es tradición, en
volandas y en un “puñao” a coro de vivas
en júbilo, anunciaremos en su compañía la buena nueva y todos juntos en su presencia pediremos por
ser más justos; por los humildes y necesitados; por los que sufren y lloran en
su desahucio, por los perdidos y los
encontrados; por los creyentes y los que niegan, por los que lo necesitan y los
que van “sobraos”; pediremos a Él por todos
y le ofreceremos nuestros
mejores deseos, porque en el
Convento de la Victoria son tan profundos
los sentimientos, como su propia historia.”
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Un año más, antológica estación de
penitencia de una hermandad, destinada por decisión propia, a ser modelo para
todo aquel que ofrezca sentimientos; para Écija y los ecijanos un lujo, un orgullo
y por ende para todo cofrade una honra.
¡¡Confalón!!
Arraigada y antigua hermandad, la más,
donde todavía es posible el
encuentro con la verdadera “salsa”
cofrade, auténtica y ecijana; meditación
y rezo, alegría y llanto, suspiro profundo y explosión en el ánimo, porque me
llamas, porque me atraes, porque a mí este Cristo también me arranca de lo más
hondo esos vivas que me salen y que son flores que le ofrezco porque me siento
confalonero.
¡Viva el Cristo de Confalón! ¡Vivan sus costaleros! ¡Viva el
Convento de la Victoria!
Montero Bermudo.
Puesta en marcha la memoria en esta primavera 2.017
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