Un caracol por la cocina.
Parsimonioso,
sosegado, tranquilo y sin inmutarse, subía un caracol losas arriba de mi
cocina. Hace ya unos cuantos de días llegó a casa entre las hojas de un cogollo
que trajo mi mujer para la ensalada; me lo encontré sobre el mármol de la
encimera y lo puse sobre la base de una maceta de yerbabuena que tenemos en un
rinconcito, como “despensa olorosa” para la sopa. Ahí se quedó, seguramente en
el último rincón de su particular “roulotte” asustado por lo que pudiese pasar,
pero yo no le hago daño alguno, mientras esté a gusto alrededor de la
maceta… luego, cuando vea que no hay
forraje que le guste, lo sacaré al balcón y lo meteré entre los tiestos y las
flores.
Cuando me vio esta mañana entrar por la cocina,
se detuvo un momento, encogió sus cuernecitos, pero sin llegar a esconderlos
del todo, volvió a estirarse y previo repaso visual, girando sus cuernecitos alrededor con un
gesto, continuó su marcha en dirección a
una ristra de rojos tomates que tenemos colgadas para untar en el pan.
Como el que no quiere la cosa,
me dispuse en la costumbre de preparar la cafetera y mientras seguía en lo
mío, con el rabillo del ojo miraba de
vez en cuando, seguramente él haría lo mismo. Inconscientemente parece ser que llegamos
a un acuerdo, hay sitio de sobras para los dos; para la perrita que mientras
tanto delante del horno se encontraba entretenida comiéndose su “jeringo” para
los dientes y para mi mujer cuando viniese.
Cargué el café, encendí fuegos, la
leche, los cubiertos… y fui llevando
cosas para la mesa. ¡Lola vamos! Y nos
marchamos al comedor dejando al molusco ya cerca de los tomates, donde al final
se quedaría entre unos y otros, pegado a
la trenza que los sostiene. Ahí tiene a la vista: la maceta de la yerbabuena,
la ristra de los tomates, el manojo de perejil y unas ramas de yerbas
aromáticas… que coma de lo que quiera.
Poquito a poco va dándose cuenta uno
que la vida, llevada con normalidad y con proyectos de superaciones, te va
haciendo más sensible a todo cuanto te rodea; esto es de todos y para cada uno,
nadie es quien para adueñarse del espacio vital que todo ser necesita, porque
alguien con más capacidad lo ha puesto en el mundo y “Manolo”, que es así como he decido llamar a este
simpático caracol, ha caído por mi cocina, como yo caí por estos lares: por
casualidades de la vida… o el destino
que dicen está escrito y quien intente borrar páginas de los demás, mal camino
toma.
A él (o ella que yo no entiendo) no
lo ha traído aquí mi mujer en la bolsa de la compra, aunque llegara con la
lechuga, lo ha enviado el azar, su propia ventura, su sino… la casualidad y lo mismo que yo me ofendo
cuando otros se sienten molestos con mi presencia (a la hora de repartir claro,
solo preocupándose cuando uno le es útil) “Manolo” sufriría en sus carnes (y su
caparazón) mi desprecio y mal trato enviándolo por la ventana o la bolsa de la
basura, si no, echándolo en el sofrito de la paella del domingo.
Colaboraremos en el avance de la
humanidad con un “granito de arena” y respetemos aquello que nos rodea, todo
empieza desde uno mismo y dejaremos expedito el paso al caracol “Manolo” colaborando
además en no quitarle el perejil ni la yerbabuena de la vista y que él decida
hasta cuando quiere habitar por la que
ahora es también su morada.
Montero Bermudo.
S. Juan Despi, en
puertas del mes de las flores de 2.017
Muy tierno y profundo . Como siempre dejando huella.
ResponderEliminarQue bonito
ResponderEliminarSoy un sentimental, no lo puedo remediar (ni quiero) los animales, hasta los de dos patitas cuando van con la inocencia o la bondad por delante, me despiertan las mejores voluntades que tenga dentro y el ego, la avaricia, el materialismo y tanta "ropa sucia" como pueda llevar en mi interior, la lavo lo más de prisa que pueda y la extiendo al soleo de mis mejores intenciones. Hay en este mundo mucho egoísmo y "amplias tierras por labrar" y este caracol, Manolo, porque tiene derecho también a un nombre, andará mientras le parezca alrededor de donde yo esté. Aquí, un servidor; un simple seguramente para el vulgo.
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