campiña ecijana

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sábado, 11 de marzo de 2017

La Luna mi Lola y yo


La Luna  que trae la primavera.  


           Esta noche ha venido  a verme la luna, me encontré con ella de sorpresa mientras paseábamos mi Lolita y yo. Salimos como a diario hacemos, en dirección al parque y de ahí, cambiamos un poquito, para  rodear un complejo deportivo que existe por aquí cerca de donde vivimos…    de vez en cuando variamos algo la ruta.

          Al pasar por detrás del edificio, entre la salida de la autopista y el parque, por unas grandes cristaleras se veían jugando a balonmano un montón de gente joven y mi Lola con los movimientos, carreras, voces y colorines se distrae mirando, le llama la atención los ruiditos y el meneo, ella no es seguidora de ningún deporte ni equipo, pero a curiosa no le gana nadie. Yo le hablo y le explico cosillas de las que se me ocurren mientras le señalo aquí y allá,  hace como que se entera, pero me toma el pelo y aunque no le importe me sigue el royo y los dos contentos; algo más adelante por la parte de arriba y a través de grandes ventanales no abatibles, veíamos a unos cuantos, todos a la vez, levantando y bajando los brazos, mientras un grupo como en manifestación pero sin pancarta alguna, caminaban sin moverse del sitio y  un “pelotón” en bicicleta de esas que por mucho que pedaleen nunca se desplazan, estaban dale que te pego a los pedales…   Lola – le decía a mi perrita - si a esos les ponen las ruedas de delante, revientan las cristaleras y nos pasan por encima. Mientras, alguien que nosotros desde abajo no veíamos, les iría diciendo algo porque se escuchaban voces y un pitito como marcando compás; nosotros a lo nuestro: pendiente de todo lo que se mueva íbamos distraídos y al llegar a la esquina, donde termina el edificio con la  zona que corresponde a la piscina cubierta,  el parque sigue,  por encima de la arboleda vimos de pronto a la Luna que nos miraba.

            Majestuosa,  brillante,  reluciente, bella como siempre y con toda la redondez, lo mismo que en la madrugada del Viernes Santo sobre el patio de S. Juan de Écija; estaba en todo lo alto como esperando que saliéramos al ensanche para saludarnos…   y se reía. 

          ¿Te has asustado eh?

          – Me dijo sonriente –

           No te esperaba, venía con la perrilla charlando y mirando a los deportistas y…   ¿Tú qué, otra vez llena?  Cuando pasas así es un  gusto salir  por la noche, le das al ambiente una luz fascinante, misteriosa y plateada, llena de un mejunje especial que liga al ser humano con la naturaleza como en ningún otro momento. Desde chico que te veía en mis noches del melonar me tienes “pillao”, los recuerdos de mi vida se me agolpan a estas horas más que a otras, la noche en su aparente soledad tranquiliza al mismo tiempo que anima  el espíritu, colabora y acompaña a que uno se adentre en lo suyo con más facilidad y Tú, haces de perfecta guía o  cicerone, al tiempo que tutelas en ese transcurrir de hechos donde la intimidad compartida se hace ideal.           

           Yo tengo que estar para todos – me decía -  voy haciendo de espejo y poquito a poco girándome cada día en pequeñas porciones  voy repartiendo la luz que me va dejando Este que “circula” delante; amortiguo los calores, pero dejo una poquita de luz que en el fondo son energías y que siempre va bien para las plantas, los animales,  para ti, tu Lola y todos los demás. Al no calentar como el “amigo” dejo que el agua evaporada en el ambiente durante el día se convierta en relente, tú me entiendes… el rocío ¿Para qué te voy a explicar? Con lo curioso que eres ya sabes esto cómo va. 

          Un día – le dije - me tienes que aclarar por qué tienes tantas influencias en todo lo que esté vivo aquí abajo. Lo de la luz, el “juego” de la temperatura y el relente junto con unas pocas de cositas sueltas  lo entiendo, pero hay un sinfín de circunstancias  más en las que influyes que me sorprende y tengo curiosidad. El control tan exhaustivo en el mundo femenino y todo lo que a ello afecta;  en las emociones, el comportamiento, el sueño, las plantas y la agricultura en general; en el mar y sus mareas…    y eso que vas de turno de noche y la mayoría duermen, pero yo te observo y me intrigas. Ya me explicarás.

           Ahora, mientras sigues tu camino, sobre esta alfombra de argentería y nácar iluminada que depositas sobre el nuestro, disfrutaremos del paseo siguiendo el sendero que merodea los alrededores del parque y el complejo deportivo,   estiraremos las patas haciendo la “tournée” de costumbre y entre carreritas y juego, con el rabillo del ojo a través de la arboleda iremos echándote una miradita hasta terminar la excursión,  no  sin antes, decirte adiós al revolver de la esquina de casa.

Montero Bermudo.

S Juan Despi, en el pórtico o zaguán de la primavera 2.017      

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