La Luna
que trae la primavera.
Esta noche ha venido a verme la luna, me encontré con ella de
sorpresa mientras paseábamos mi Lolita y yo. Salimos como a diario hacemos, en
dirección al parque y de ahí, cambiamos un poquito, para rodear un complejo deportivo que existe por
aquí cerca de donde vivimos… de vez en cuando variamos algo la ruta.
Al pasar por
detrás del edificio, entre la salida de la autopista y el parque, por unas
grandes cristaleras se veían jugando a balonmano un montón de gente joven y mi
Lola con los movimientos, carreras, voces y colorines se distrae mirando, le llama
la atención los ruiditos y el meneo, ella no es seguidora de ningún deporte ni
equipo, pero a curiosa no le gana nadie. Yo le hablo y le explico cosillas de
las que se me ocurren mientras le señalo aquí y allá, hace como que se entera, pero me toma el pelo y
aunque no le importe me sigue el royo y los dos contentos; algo más adelante
por la parte de arriba y a través de grandes ventanales no abatibles, veíamos a
unos cuantos, todos a la vez, levantando y bajando los brazos, mientras un
grupo como en manifestación pero sin pancarta alguna, caminaban sin moverse del
sitio y un “pelotón” en bicicleta de esas
que por mucho que pedaleen nunca se desplazan, estaban dale que te pego a los
pedales… Lola – le decía a mi perrita -
si a esos les ponen las ruedas de delante, revientan las cristaleras y nos
pasan por encima. Mientras, alguien que nosotros desde abajo no veíamos, les
iría diciendo algo porque se escuchaban voces y un pitito como marcando compás;
nosotros a lo nuestro: pendiente de todo lo que se mueva íbamos distraídos y al
llegar a la esquina, donde termina el edificio con la zona que corresponde a la piscina cubierta, el parque sigue, por encima de la arboleda vimos de pronto a la
Luna que nos miraba.
Majestuosa, brillante,
reluciente, bella como siempre y con toda la redondez, lo mismo que en
la madrugada del Viernes Santo sobre el patio de S. Juan de Écija; estaba en
todo lo alto como esperando que saliéramos al ensanche para saludarnos… y se
reía.
¿Te has asustado
eh?
– Me dijo
sonriente –
No te esperaba, venía con la perrilla
charlando y mirando a los deportistas y…
¿Tú qué, otra vez llena? Cuando
pasas así es un gusto salir por la noche, le das al ambiente una luz fascinante,
misteriosa y plateada, llena de un mejunje especial que liga al ser humano con
la naturaleza como en ningún otro momento. Desde chico que te veía en mis
noches del melonar me tienes “pillao”, los recuerdos de mi vida se me agolpan a
estas horas más que a otras, la noche en su aparente soledad tranquiliza al
mismo tiempo que anima el espíritu,
colabora y acompaña a que uno se adentre en lo suyo con más facilidad y Tú,
haces de perfecta guía o cicerone, al
tiempo que tutelas en ese transcurrir de hechos donde la intimidad compartida
se hace ideal.
Yo tengo que estar para todos – me decía - voy haciendo de espejo y poquito a poco
girándome cada día en pequeñas porciones voy repartiendo la luz que me va dejando Este
que “circula” delante; amortiguo los calores, pero dejo una poquita de luz que
en el fondo son energías y que siempre va bien para las plantas, los animales, para ti, tu Lola y todos los demás. Al no
calentar como el “amigo” dejo que el agua evaporada en el ambiente durante el
día se convierta en relente, tú me entiendes… el rocío ¿Para qué te voy a explicar?
Con lo curioso que eres ya sabes esto cómo va.
Un día – le dije - me tienes que aclarar por
qué tienes tantas influencias en todo lo que esté vivo aquí abajo. Lo de la
luz, el “juego” de la temperatura y el relente junto con unas pocas de cositas
sueltas lo entiendo, pero hay un sinfín
de circunstancias más en las que
influyes que me sorprende y tengo curiosidad. El control tan exhaustivo en el
mundo femenino y todo lo que a ello afecta; en las emociones, el comportamiento, el sueño,
las plantas y la agricultura en general; en el mar y sus mareas… y eso que vas de turno de noche y la
mayoría duermen, pero yo te observo y me intrigas. Ya me explicarás.
Ahora, mientras
sigues tu camino, sobre esta alfombra de argentería y nácar iluminada que
depositas sobre el nuestro, disfrutaremos del paseo siguiendo el sendero que
merodea los alrededores del parque y el complejo deportivo, estiraremos las patas haciendo la “tournée” de
costumbre y entre carreritas y juego, con el rabillo del ojo a través de la
arboleda iremos echándote una miradita hasta terminar la excursión, no sin antes,
decirte adiós al revolver de la esquina de casa.
Montero Bermudo.
S Juan Despi, en el pórtico o zaguán de la primavera
2.017
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