campiña ecijana

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viernes, 9 de septiembre de 2022

De porros y porras si...


 

    …Lo que tú quieras, pero un peo no

      Había salido con mi perrita mientras mi mujer andaba en preparativos del almuerzo de medio día…  Y crucé la plaza riéndome sin otra preocupación que el pensamiento entretenido en aquello que terminaba de ocurrir.

        De la memoria extraía un “recorte” que nunca olvidé y que ello me acercaba a los años cincuenta y tantos, cuando ya teníamos una cocina-comedor, allá en calle de Las Flores de Écija, donde nací.  Siete años tendría y andaba brincando de silla en silla acomodando postura para dar entrada al momento esperado de la cena, en aquel habitáculo, al que recuerdo alegre y amplio, todos alrededor de la mesa, sobre la que pendía una bombillita de 40 que nos alumbraba de sobras ¿para qué más? y mientras mi madre terminaba de repartir en platos aquella olla con su pringá, sus papas y habicholones o con su arroz y un cachito de calabaza, en el “Iberia” que mi padre comprara el mismo día que nací, sonaba el contagioso y alegre silbidito que Pepe Iglesias hacía de estribillo a su presentación de  “Las alegres zorrerías”…  “yo soy el zorro zorrito, para mayores y pequeñitos…”  canturreaba; mi padre sentado con su vasito de vino sujeto a la mano sonreía, como mi madre desde el poyo donde el infiernillo, todos escuchábamos el tararear y la musiquilla, aunque el silbidito quizás para mí era lo más “entendido”. En ellas estábamos, cuando en un cruce de una silla en otra se me escapó un peo…  se hizo un silencio que durara lo mismo que un sonoro palmetazo de mi padre en la mesa, nada.

        ¡¡Ehhhhhh…!!  ¿Eso qué es? …  Lo que tú quieras, pero un peo no.

      Sentenció con voz recia, de mando y dicho en un tono severo y conciso, con genio también y que mi padre expresara con una mirada hacia mí, que aún veo el brillo de sus ojos sobresaliendo de un rictus en el semblante que diera por terminado el ambiente jocoso que sembrara aquel que por la radio era compañía… sirviendo como correctivo a “mi desmadre”; ni del zorro, ni de la olla, la pringá y sus habicholones recuerdo nada, solo el susto en el cuerpo me cabía y ya era apretar.

       Iba por la acera atento y entretenido, esperando a ver dónde pondría la perrita “el quiosco”, por la otra orilla junto a los jardines, donde una acera más ancha hace de camino o paseo a los estudiantes que van y vienen del instituto, un jolgorio entre alegres charlas o conversaciones de muchachos y muchachas que iban como en manifestación, una vez terminada la jornada, a la búsqueda de la olla que sus madres tuviesen ya dispuestas en sus mesas de casa… de pronto, se escuchó entre risas un enorme peo, como una caída de tablón en obra que al rajarse retumbó entre la arboleda, los bancos, los coches… y llegó a esta parte.

         ¡¡Hostia tío…!!  un peo no, dijo uno con decisión y en nombre quizás de los otros, más por la “invasión” de matices nuevos en la conversación, que por otras cuestiones de urbanidad o zarandajas… “sigue el royo tío ya cagarás luego”, pienso yo que sería lo que quiso aclarar aquel compañero del “peón”.  El conjunto y la armonía en la conversación ni se inmutó; una docena de niños y otra de niñas, entre trece y quince años todos revueltos y metidos en conversaciones varias, continuó acera adelante como si tal cosa. Naturalidad en un hecho que siéndolo, muchas veces no lo consentimos. Lo que quieras, pero un peo no, que diría mi padre en aquella ocasión.

        ¡¡Por Dios qué puerco!!  Escuche decir a una buena señora que, sentada algo más allá en un banco, esperaba junto a otra a que su perrito que olisqueaba suelto por el césped del parquecillo de los niños, hiciera sus necesidades. Y qué poquísima vergüenza – añadiría su acompañante – Esto es lo que nos espera niña, qué juventud más asquerosa se está criando…   Yo me reía siguiendo el desarrollo de aquel teatro, desde la otra acera.

        Vivimos en una sociedad en la que el vocabulario, el respeto y el comportamiento en sentido ético se aleja a toda velocidad de las formas y maneras de hace nada. Hoy, en todo medio de información y las televisiones dominan los programas donde estas vecinas se distraen hasta altas horas de la madrugada, ahí todo es porquería y permisividad en temas de porros y porras, donde revolcarse los unos con los otros es poco menos que un saludo cariñoso; las blasfemias, las palabras mal sonantes y a destiempo o el sacar los trapos sucios de cualquiera, junto a la falta de respeto por todo bicho viviente es sinónimo de libertad y modernidad…  se lleva, es moda y si no quieres quedarte atrás hay que sacar a relucir hasta el tamaño de ciertas cosas que a nadie debería importar, junto a un cúmulo de aptitudes de mal gusto que hacen y producen cualquiera de ellas solas, más estropicio a la conducta que un simple peo.

      Aquí lo que cuenta es la postura que te permita andar en medio del “bulto”, nunca mejor dicho, pasar desapercibido y sin necesidad de esfuerzos en pensamientos que obliguen a correcciones propias y con ello que no lo traten a uno de cateto, atrasado, acompañado de algunos calificativos más que me reservo por no caer en lo mismo que niego… lo que tú quieras, pero un peo no.

Montero Bermudo

Con Utrera en Feria y Écija en preparativos de esta de 2022


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