campiña ecijana

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domingo, 7 de agosto de 2022

Mejor que no te toque nada


 

Hay golpes de suerte, que mejor que no vengan

      Hoy toca hablar de aquellas cosas que uno se las calla, por aquello del qué dirán… pero ya pasó un tiempo y además tampoco tiene demasiada importancia.

       A uno de mi pueblo, cañatero como yo, le tocó una vez un pellizquito de suerte y pilló unas perrillas. Pasaba por Colón y como en aquella esquina, donde está el quiosco, repartían cada dos por tres algo, pues picó… con tan buen atino, que al día siguiente no cabía en el pellejo por el golpe de suerte que le llegó. No fue mucho; algo más que la devolución, total…  pero acostumbrado a no pillar más que la ayuda que le daban de vez en cuando en la calle Mayor, pues la ilusión fue de las gordas y la fantasía se adueñó (como casi toda su vida) de él. No se podía estar quieto, hablaba por los codos, saludaba hasta al buzón de correos, daba vueltas y paseos por toda Écija sin ton ni son…  y en una de ellas, al pasar por Puerta Palma, se metió en el Bar el Feo, donde acostumbraba de vez en cuando a buscar de gañote alguna copichuela y charlar de cacería, tema que le apasionaba, pero que él, como mucho, había puesto costillas a los palomos por El Viso o paseos por la carretera vieja de Sevilla a la hora de la siesta, allá por “los azules”, con la escopeta de perdigones mirando al cielo a través de los algarrobos buscando gorriones.

      Allí, se explayó y nada más entrar dio orden a Manué que llenara a tor mundo del mostrador… ¿Y éste…? Se escuchó entre la concurrencia mientras otro respondía “déjhalo porunavé que suerta la guita” y con una miradita mi amigo lo miró y le preguntó “¿Hah cobrao? No haga ssshite que mo conosemo eh…” Los parroquianos no sabían lo del golpecito de Colón, pero el tabernero sí.

     Tardaron poco en enterarse ¡Anda niñooooo, qué suerte humío! Y entre charlas y risas, copilla y copilla, dio en un calentón que lo dispuso a comprarse una escopeta y salir de caza, pero ¡bien lejos! - decía - ¡Aquí no hay ná! Cuestión que aprovechó un “guindilla” que había venido de Osuna (por ahí últimamente nos la dan todas) y le vendió un escopetón que llevaba en el maletero del coche, desde que los cartuchos se cargaban por delante del cañón. El de Cañatos, cuando se vio con aquel trabuco echao como un niño chico dormío en los brazos, lo balanceaba y sonriente le decía a un compadre con el que se había encontrado allí “¡Vente cormigo porahí lejhos de casería! Yo magocargo de la fiehta y pongo lo jhierro” Y sin darle muchas vueltas al tema, al día siguiente cogieron la catalana en la puerta del Pirula y tiraron para el norte; para Huesca iban, que siempre habían escuchado de aquellas tierras montañosas donde se daba de todo tipo de bichos. Como si Noé hubiera descargado allí cuando dejó de llover.

      Había cogido lo de la lotería y al final, como no le pareció bastante, por si acaso, le agarró a la mariquita del ropero unas perrillas que tenía juntadas de lo que había sacado con la costura tiempo atrás, cuando las pesetas, que las cambio por euros en “El Monte”. Pobrecita ella, con la ilusión que las tenía guardadas pensando en el día de mañana y que las juntó cosiendo lo que pudo, de cuanto aprendiera de mocita “an ca Caracuel” y que, recogiendo bajos de trajes de gitanas para feria, dobladillos de pantalones, cinturillas en faldas y letras bordadas en las talegas del pan, a base de muchas fatiguitas, las tenía escondidas en la faldriquera ¡Qué lástima! Y el buitre aquel…

      Salieron cargados con la “quincana” y toda clase de pirujos y harambeles, además del “instrumento” y cruzaron Despeñaperros espantados por la grandiosidad de la visión en el territorio “Pare…  ¡ehto no é lo que se ve, dehe er choso del Barrero eh…? Decía mi vecino de barrio al otro riéndose y nervioso, ninguno de los dos había ido más lejos que a la caja de reclutas de Utrera, cuando fueron a la mili y se quedaron además en Caballería de Sevilla pasando calores y quitándole moscas a los mulos por las cuadras. Entretenidos, cansados, entre cabezada y coscorrón contra el cristal de la ventanilla aparecieron al otro día, lacios del viaje, por tierras donde Fermín Galán y García Hernández, se sublevaran declarando la República allá por diciembre de 1930 ¿Qué habrían de saber estos dos gañanes, que solo fueron cuatro días con Rafaelita Campoy en la calle Marchena y los echó?

      Tomaron café en Ayerbe y ya, a campo través, por Murillo de Gállego y los Mallos de Riglos, cruzaron el Pantano de La Peña y por Puente La Reina a Berdún, que alguien de la zona viendo el pelaje de los mendas, quiso evitar que cruzaran Jaca con aquella facha, por si acaso. No daban una, no había ni ardillas, los dos más mosqueados que un pavo por Pascuas, se miraban extrañados y seguían andando “ni un palomo siquiera niño…ná”  - comentaba el de Cañatos - “pamí, que to ehto que hablan mussho sabiondo en er Feo, e cuento…” se lamentaba el otro. Tres días subiendo cuestas y bajando barrancos, con las botas de barro hasta las rodillas… que ya quisiera algún ceramista de la Rambla de Córdoba y dieron en parar por los alrededores de las pistas de Candanchú ¿Dónde van Hombres de Dios? Les dijo un abuelo que se cruzaron por una senda tapada de arboleda, con ese rifle, si aquí no se puede cazar, está prohibido, además ¿qué quieren, pegarle un tiro a un esquiador? Vayan ustedes al otro lado de ese alto que ya no pertenece al país y a lo mejor encuentran donde disparar y si se equivocan…

      Sin darse cuenta ni entender lo que escucharon ni por donde se metían, cruzaron la frontera y se encontraron con otros dos cazadores que, descansando bajo un abeto, reían al verlos llegar

      ¡Bonjour!  - Dijo uno mirándolos a la cara –

      ¡Anda niño que mo emo colao en Fransia! …Y ara qué?

      ¡Déjhametuamí! Que macuerdo darguna cosilla de cuando mi pae estuvo poraquí cojhiendo papa y traía mussssha palabra escrita enunpapé.

     ¡Mu güena Mesiésss! Y se lanzó sin cortedad hablando el francés que aprendió hacía años.   ¡Bendito Dios qué figura!

     “¡Que buena escopeta tiene er gassshó…! dile que te la venda y pa mí” – aprovecho el compañero intentando sacar tajada y dar el golpe cuando volvieran por Écija.

     Mesiéssss ¿Cuánto queré su mersé pol la pihtolé? - Y se quedó tan pancho, convencido del dominio del lenguaje y a la espera de respuesta –

     Aquel hombre, con algo de mundo corrido y descendiente de alguno de cuando en el treinta y nueve cruzaron la frontera como lo hace hoy el AVE, pero a rastras, entendió de sobras y le respondió claramente en francés, comprometiéndolo.

     “Je ne comprends rien à ce que tu me dis”

      – Y se quedaron los dos boquiabierto, pero sin entregarse a una parte del ridículo siquiera, el de Cañatos le dijo al compadre:

      “Dice que no nos la puede vender, porque es un recuerdo entrañable de su abuelo…”

      Hoy no hay quien les hable de cacería y sentados con la cabeza gacha, jugando a “los chinos” o a las damas, andan los dos por el parque de “Picha floja”, uno en una esquina y el otro en la otra punta.

Montero Bermudo.

Aquí al fresquito de agosto, hablando por no callar 2022

    


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