campiña ecijana

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martes, 9 de agosto de 2022

... Es que ya tenemos una edad...


 

El rencor y la venganza, que todo lo estropea

      Viene a cuento por un sinfín de cosillas que uno lee y escucha, allá por donde te muevas. Una mentira diez millones de veces contadas, no es una verdad, sigue siendo eso, un embuste interesado además…  y no se dan cuenta.

       La intencionada o voluntariosa amnesia del “daporculo” y auto resentido, que es incapaz de sentirse contento sin aguarte la fiesta, en cuanto te escucha hablar de tu feliz niñez, negando buena parte de su propia historia, aquella que corriera casi pareja en tiempo y edad a la tuya, intentando demostrarte lo indemostrable, porque aquello que tu añoras en términos de felicidad y bonitos recuerdos, delante de él no pasó, todo fue: malo, dañino, execrable, injusto…  es tal la incapacidad, la incongruencia y la hipocresía que lo retrata desde el primer momento que abre la boca. Cargado de odio, rencores y resentimientos que fuera adoptando en el transcurso de los últimos años y que han dado en formar un ser detestable por: hipócrita y falso, por fingido moderno, adulterado progresista, pedante y sabiondo y que anda situado, eso cree él, sobre el pedestal de aquellos que “fabrican” razones y en las creencias de que el don de la verdad, la justicia, lo deseable y acertado, entre todas las virtudes habidas y por haber, pasa por sus criterios; no hay otros. Aceptan, porque no les queda más remedio, que pongas tu parecer, pero quedarás señalado, porque a los que son así, no se les pasará por alto, la osadía y el atrevimiento de no reconocerle sus “modernidades” llevándole la contraria.

       Yo viví aquellos años cincuenta, sesenta, setenta…  si, esa fue mi vida, porque nací en mitad del siglo pasado y ello lo determinó la sabia naturaleza, junto a mis padres. ¿Qué tengo yo por renegar de las fechas de mi nacimiento y de los años de mi niñez? ¿Quién ha de decirme si mi felicidad como niño era así o “asao”?  ¿Por qué habría de negar aquellos ratitos alegres de juegos en mi casa, en la puerta con otros de mi edad, o incluso en el campo detrás de mis cabras y con mi perro? Mis obligaciones laborales antes de tiempo, mi juventud, mis luchas personales por sobrevivir, mis bailes y verbenas con muchachas y muchachos de mi edad, mi tiempo de noviazgo, esa afición innata por la lectura, la pintura, la música… la asistencia a círculos y lugares donde el arte era punto primordial de reuniones para mí…  guardaban y me ofrecían una parcela, donde nadie me prohibía disfrutar a mi manera y ser feliz. La historia de mi vida y mis sentimientos, ni los tengo por qué esconder, ni hice mal a nadie disfrutando de aquella parcela de “libertad”, sí, con condiciones como siempre lo fue en la vida, pero con un margen suficiente como para no estar todo el día llorando por las esquinas amargado y seguir estándolo después de tantos años.

      ¿Qué la “ruina” circundaba nuestra infancia y juventud?...  algo sabíamos ¿o éramos tontos del todo?  y, a pesar de ser una época sombría y beata, no se le debe negar la porción de vivencias que con algo más de “libertad” (la verdadera libertad no existe, ello va en el resultado de tranquilidad, esperanza y felicidad en la que te encuentres) que en estos tiempos que vivimos, nos sirvió para ser felices por mucho que estos agoreros se empeñen en querernos demostrar lo contrario.

       Yo no soy nadie para negar la evidencia de todo aquello tan malo que pasó, los hechos son los que son y la historia no la cambia ni siquiera estos poderosos que ahora lo pretenden, pero al margen de aquel muro infranqueable, contra el que era más que difícil luchar, nos quedaban pequeños vericuetos por donde discurrir alegres y esperanzados, contentos, felices y con fe en todo lo mucho que llegaría a no mucho tardar. El hambre despierta el ingenio y entonces usábamos de los dos.

      Hoy nos han quitado las esperanzas, las ilusiones por un mañana, la intención de ahorrar, las ganas de trabajar, el deseo de superaciones en oficios, negocios… y todo aquello que en cierta manera representa algo parecido a la felicidad. Nos intentan cambiar la historia y lo gracioso es que lo hacen aquellos que ni la han conocido, los que nunca han leído o si algo hicieron fue siempre: selectivo o indicado con intenciones cobardes o de revancha, además de incapacidad de comprensión.

       Estos “envenenados” rencorosos intentan aclararme cómo fue mi vida de aquellos años, sin atender a mi propia opinión y negando lo que yo sentí ¿Tengo yo la culpa de la parte mala por no haberla cambiado…? ¿No serán ellos mismos, sus hijos, sobrinos o nietos de esos que, en fotos de la época nos colocan por estos medios de internet, bien vestidos, rebosantes de alegría y con distinguida elegancia en: ferias, semanas santas, romerías y celebraciones? ¿Y entonces de qué hablamos? ¿Y ellos, dónde estaban que tampoco lo hicieron? ¿Quién o quiénes son estos sabiondos (entiéndase ignorantes) que saben de mi interior lo que ni siquiera vieron del suyo? ¿Cómo pueden ser tan cobardes de mentir a los más jóvenes, trasladándole datos falseados para dárselas de “modernos y progresistas”? No comprenderán nunca su incapacidad de convencimiento; la verdad solo tiene un camino y el tiempo pone las cosas en su sitio. Yo fui y soy “un nadie”, como diría Eduardo Galeano y no consentiré que otro menos “nadie” todavía, venga a señalarme cuando fui, soy, o seré feliz; eso corre de mi cuenta.

Montero Bermudo.

Un poquito más harto de estos, que del calor. Agosto de 2022


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