campiña ecijana

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jueves, 25 de junio de 2020

A Écija por "la tetita"




Ya está aquí el verano
     Esperemos que ya por fin y según parece ser, se estabilice el problema del dichoso virus y nos deje funcionar con algo de más libertad y menos miedo (respeto y cuidado siempre) y nos permita de nuevo echar un vistazo al “terruño y a las propiedades”; esos días tan necesarios en los que uno vuelve a por la “tetita” al pueblo, como decía mi abuela, cuando alguna de aquellas jornadas al regreso de la plaza y de nuevo al tajo, en cualquiera de tantos veranos míos “arranchao” en el melonar, me preparaba y ponía en marcha para que volviera al pueblo aquella tarde y por una noche siquiera a que me viera mi madre y claro, yo a ella. “Eha, comío, lavao y peinaíto… a por la tetita y que tu madre te vea, mañana cuando te levante te viene de güerta y te trae tú la behtia”.   Así de esa guisa me mandaban para Écija, salvando la distancia de esos sesenta años largos transcurridos y lo más triste quizás: mi madre ya no estará esperándome, Ella me espera sí, pero en un lugar muy alto, alto, alto…  muy por encima de Écija, pero me consolaré, porque sé que desde allí me mira y pienso que será feliz observando con cuanto amor sigo queriendo a todo lo mío y que ella me dio.
    Volveré, si Dios y el virus quiere, a descansar unos diitas a “patas sueltas” de relajo o de lo que se le quiera llamar y será donde tanta ilusión me hace, a pasar calor o no, a mí no me pesa, ni voy a segar garbanzos ni a coger remolacha…  en la taberna donde esté la cerveza más fresquita y la tapita más sabrosa o el aire mejor acondicionado, me “fragelaré” y pasaré los “peores ratos”, lo demás: por cualquier rinconcito de mi casa “tirao” como una aljofifa leyendo, escribiendo o escuchando música, si se tercia,  ocupado simplemente en mis pensamientos y allá donde marque la perrita, que es lista como el hambre y sin necesidad de la varita de un zahorí, sabe del lugar ideal según la temperatura. Entraré por casa con cara de asombro y haciendo pañetas…   mira que lo sé, pero no me acostumbro y se me olvida como a los niños cuando les dices que ahí no se toca y miran para la tarta con los ojos en forma de barrena y el dedo tieso como E.T el extraterrestre. Écija me tira y en el amor que le tengo hasta veo jardines por los almorrones. Dos horas doblado como las “Espigadoras de Millet” para recoger del suelo del patio los hierbajos y jaramagos secos caídos sobre la solería de ladrillos y que, a golpe del tiempo, el aire y los pájaros lo deja de tal forma tapado que no se ve ni el color de aquellos pelotes a la palma que tan bien colocados me dejara mi buen amigo Cristóbal.
      Gorriones escarbando entre canalones y tejas, salamanquesas, cigarrones y hasta abubillas que bajarán seguramente desde los olivos cercanos y van aventando la parva que dio en armarse con lo que se aglomera después de una primavera lluviosa y “frondosa” y que ahora, el verano tuesta o cuece de tal modo que la hace quebradiza y volátil y por tanto, en manos de  la brisa o el viento, cuando no las patitas de las aves que escarbando, van esparciendo al espació interior de la vivienda, las que a su vez me habrá ido colocando pequeños almiares por rincones o recovecos.
     Menudo patio me encontraré… pero es agradecido y reconforta vértelas aquí desenvolviendo cuanto el invierno y este año la primavera, ha juntado. No por eso, en un plis plas, algo de escoba y la goma del agua y como si el “Gran Tamarit” hubiese pasado con su: “ñaaaaaa, ña, ñañañaaaa…” todo reluciente, fresco y especialmente agradecido. Ahora al vivero, unas cuantas de plantas y el chiringuito montado.
     Écija calurosa que es su sino, ardiente en todo y que a pesar del periodista insípido de turno, que año tras año viene con la pamplina del huevo sobre el pavimento del Salón, aporta una especial idiosincrasia a su gente, manera de ser y cavilar o discurrir y una dureza de pensamiento, que no es otra que: resistencia, fortaleza, resolución y gracia para desenvolverse; tontos aparte, que también los hay, existe una finura y un sentido del humor capaz de sobrellevar lo más indescriptible y ni siquiera el andar frito, como ese huevo dichoso y anecdótico, rompe lo más profundo de sus credenciales. Así es Écija, así son los ecijanos y de ahí quiero seguir tomando el avituallamiento para mi alma.
Montero Bermudo.
Lejos o cerca (que ni eso sé) de esa Écija calurosa en todo y en 24 de Junio de 2.020

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