campiña ecijana

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viernes, 15 de mayo de 2020

Sueños y pesadez



Aquellos tiempos tan malitos del “virus”
     … Me acuerdo yo por aquellos tiempos del virus, cuando sin falta, la gente a diario por ventanas y balcones salían todas las tardes a las ocho, haciendo palmas y cantando o tocando instrumentos de música…   era un clamor aquel repertorio de canciones, vítores y risotadas. Un miedo colectivo mal disimulado, incontenido y contagiado que emanaba petición de ayuda y lo hacía en forma de “chantaje musical” a quienes nunca nos habían abandonado… se nos veía el plumero…  los “imposibles” a Santa Rita y a estos ángeles anónimos, menos palmas y más reconocimientos o medios, que de ellos si andaban en falta. ¡Si se puede, si se puede! Decían algunos agregando al momento más énfasis y para más señas y, todos a una, agradeciendo a tantos y tantos médicos, gente de enfermerías, policías, militares… (para estos últimos algunos se reservaban…  por aquello del qué dirán  ¡ Bendito Dios ¡ qué capacidad de selección) que se estaban entregando en piel y alma por la defensa y en ayuda de la salud de todo el país… los pobrecitos que ciegos en su dedicación y con los medios justitos, cuando no faltos y que además veían sobre la marcha cómo iban cayendo cada dos por tres compañeros de fatiga y asustados, preocupados, pero de forma abnegada continuaban en sus trincheras apuntando armas a un enemigo traidor que no se dejaba ver a las claras…
     … En aquellos tiempos, cuando gobernantes que no dieron la talla (pocas veces la dan, ellos van detrás del personal) cuando todo político, sindicalista y demás palmeros de esos que siempre esperan sacar algo personal de provecho, intentaban capear el temporal con historias revueltas en falsedades, echando tierra sobre el fuego para enterrar lo que les iba a quemar más pronto que tarde y antes el desespero de ver que la plebe, el pueblo bruto al que siempre manipularon con falsas promesas y que todo ello dentro de una espiral confusa, en la que unos corren detrás del otro perdiendo la cuenta de que al final, lo mismo iban detrás que delante… ¡Qué barbaridad! ¡Cuánto de atraso! Siempre hubo de plagas, epidemias, desastres naturales y malas rachas que dieron quebraderos de cabeza y dejaron huellas dolorosas a nivel general y en particular en los más débiles (estos nunca se libran) pero esa vez, vinieron los males con determinaciones “más justas” aquí caía cualquiera; empezaron diciendo que los más viejos…   si, algo de eso también, pero saltó barreras y se llevó a jóvenes, ricos, poderosos y menesterosos; ahí quizás estuvo la diferencia que marcó esta pandemia como algo “novedosa”, algo igualatoria o “democrática”, pareciéndose en cierta manera a las pestes de tiempos muy pasados y casi olvidados. Este había venido para aclararnos que seguíamos siendo tan ignorantes como casi siempre y que el ego personal del que más tiene o se cree que es, junto al materialismo del que se hacía y se hace uso, no es más que una muestra de lo poco que somos y si por las buenas nunca lo queremos entender, la naturaleza y nuestros propios errores, ponían y sigue poniendo sobre la mesa, el aditivo o la salsa para el menú con el que tan opíparamente nos degustamos, hasta que llega “el coco” y como decía Samaniego “A un panal de rica miel… “  y del mismo empacho éramos y somos presa. Avisados quedábamos, no había más…
     Los que encabezaban las responsabilidades, no dieron una, se vieron pillados por su propia avaricia y desconocimiento en todo cuanto tocaban; habían llegado donde andaban apoltronados, a través de triquiñuelas “legalizadas por todos juntos” y por mor de la poca valía de aquellos a los que voltearon dejándolos en oposición… total poco se podía esperar y amparándose en la ignorancia colectiva de muchísimos estómagos agradecidos, engañados fácilmente y defensores a la postre de quienes solo estaban allí para engordar su propia barriga. No habían arribado al mando por sus capacidades ¡Qué va! No valían un duro, pero así era la vida y es, buscaban culpables allá donde fuera, creaban bulos, se disputaban medallas y se señalaban los unos a los otros, negando cualquier atisbo de haber errado…   los demás, los otros eran quienes fallaban; el ventilador en marcha puesto de continuo, con el fin de esparcir mierda a diestro y siniestro, cuando no, las intentonas de frenar con “tapabocas” a modo de prohibiciones mal disimuladas y pensando que en ese “tótum revolútum” perseguido andaría su salvación. Las miserias humanas dieron también la cara en el populacho y los mismos que se destrozaban las manos en palmas por los balcones… los del “resistiré” y otras pamplinas del mismo calibre, aquellos que vociferando con los brazos abiertos sobre barandas y pretiles al grito de: ¡¡Hola Don Pepito, hola don José…!! en el “bonito espectáculo” de agradecimiento a quienes les curarían, defendían su pellejo no obstante y “por lo bajini”, tal cual los hipócritas y cobardes o traidores y por supuesto en el anonimato, como es norma en estos casos, en el supuesto de que algunos de aquellos “samaritanos” fuesen convecinos y volvieran arrastrando plásticos y mascarillas en su retorno a casa para un respiro…   rechazaban, mal miraban o cual apestados expulsaban…     ¡Al lado mío ni mijita!  ¡Hasta ahí podíamos llegar!...      lástima de miserias humanas que todos llevamos a cuesta y en cuanto se hacen exámenes serios, no damos el nivel y por supuesto no aprobamos…
          … Cuento estas cosas porque no se me va de la cabeza, aún después del tiempo transcurrido y cuando veo a estos, los de ahora, más los que quedamos de aquel entonces, que seguimos tres cuartos de lo mismo, aquí no aprendemos…         y el hecho es, que lo pasamos mal, muy mal y ahora que todos estos nuevos anda en marcha sin saber de dónde vienen, ni lo que nos costó a muchos traerlos hasta aquí, se lastima uno pensando en aquellos tiempos en los que ni siquiera supimos nunca cuántos de nosotros quedaron aparcados para siempre en el recuerdo colectivo, unos por aquello de: “El muerto al hoyo y el vivo al bollo” y otros porque nunca pudieron o no quisieron enterarse de quienes y cuántos fueron.
     El tiempo vuela y a estas alturas, cuando todo pasó hace tanto, la memoria nos traiciona a los endebles y no nos deja tranquila la consciencia ¿Haríamos de verdad cuanto pudimos? ¿Nos merecimos la claudicación y el trágala?  ¿Cuántas “pestes” más habrán de pasar, para ponernos de parte de la sabia naturaleza, aceptando que solo somos parte de ella y no sus dueños?
Montero Bermudo
Reflexionando en mis asustados sueños. Mayo de aquel 2.020 de mi memoria.


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