campiña ecijana

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sábado, 11 de agosto de 2018

Acordándome de mi primo


Eterno recuerdo y agradecimiento a mi primo Juan Antonio.

“in memoriam”
            Por mi puerta la vi pasar ¿El destino, una llamada de atención, el momento de la respuesta a una eterna petición, un comprobante o verificación, un examen a mi causa, una prueba a “mi verdad”, cosas curiosas que pasan…  o una casualidad?
           Ilusionado y sin dudarlo me adapté al momento, no había nada que pensar; transcurrido tanto tiempo, tantas cosas quedaron por medio y tan enorme se había hecho el misterio, que lo más cercano en el criterio era olvidar, refugiarme en la “llamada” y no mirar ni para detrás. Sonaron cornetas de primavera, como ya casi no recordaba y los sueños o “manías” de un tiempo de juventud, además de realidad se tornaron alegrías y por aquello que de chico soñara lleno de pompa y plenitud, ante mi puerta pasó aquel día. Era lo “casi olvidado”, porque tantos años pasados, el desengaño y la contradicción; el tiempo de por medio acumulado, tal montón de “ahora no, ya veremos, ahora no…” que cualquier proyecto, plan  o intención; los kilómetros de por medio, el aislamiento y la desconexión, casi llegó a borrar la creencia de una posible realidad, que me pusiera en los sueños de aquella vieja aspiración y,  vérmelas bajo un paso, con mi faja y mi costal e imitando como tal, al que me engendró…   ¡No se podía pedir más!
          Quizás fue mi última oportunidad, a muy pocos de los cuarenta y cuando no lo esperaba ya, aquel “montón de bonanza, de fe y de humanidad” y al que dieron por nombre: Juan Antonio Rabal, se cruzó en mi camino, iluminó mi destino y sin pedirme “ná”, aquella noche en Puerta Palma, además de su amistad y teniendo como testigo ¡Una vez más!   “… a ese Cristo de mi infancia a ese “Clavel sin arrogancia” que con su “gitano andar”, porque su gente lo esperaban se metió por Zamoranos caminito de su arrabal y yo, como “otro gitano más”, en la que ahora es mi puerta embobado como entonces, cuando mi padre lo portara ¡Ay resistencia de bronce!  allí por mi constancia, empecinamiento y fe, encontré la recompensa: mi “Corona de laurel”  … “  me abrió las puertas a un mundo del que no he de renegar, porque viví lo impensable, años de esperanza, ánimos y fantasía y aunque ahora con cierta apatía me sienta desengañado, frustrado y algo más, me queda su memoria, su enseñanza y orientación para pasar el “bache” de estos tiempos de confusión y una eterna gratitud, porque fue mi mejor amigo y del mundo que conocí, a los que Él me unió, quedan muchos con “pedigrí” y  plenos de grandezas, más  un cúmulo de virtudes que vale por toda simpleza…  amigos que tengo y tuve, más otros tantos que también desunen.
Montero Bermudo.
S. Juan Despí, agosto de 2.018

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