campiña ecijana

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martes, 4 de julio de 2017

La utopía de la vida


       La vida es caminar


         Por la senda porfiada y machacona, aquella cual sino  o pre fijada, por donde discurre la propia existencia, por ahí, por esa que  cada uno orienta  o pone rumbo en su caminar intentando adaptar el ritmo a sus “maneras” y creencias y no con ello me  refiero a lo religioso, aunque también, porque la fe fue siempre el último agarradero donde asirse cuando las dudas y miedos poblaban de enredos y tropiezos el derrotero. Por ese camino donde al nacer a cada uno nos colocan de cara y con la “cuerda dada” porque no hay otra dirección, es el principio o comienzo, hay que andar, no tiene otro sentido ni hay forma de detenerse, la vida deja de serlo al parar.

         Muchos tramos y momentos en soledad, unos a oscuras y otros a plena luz, ni peor ni mejor, distintos. Cuestecitas y repechos, suaves lomas y descensos en picado, barrancos y trochas por decisiones de acortar; encrucijadas o cruces dudosos y decisiones acertadas o fallidas…   una vez pasados no hay vuelta atrás.

          Las dificultades y la soledad de tantos momentos, en los que el mismo pesar, transformará el discurrir en  caminar lento y hasta apesadumbrado,  más como si de un mandato divino se tratara, habrá que sobreponerse,  luchar, resistir y afrontar  esas realidades con la fe puesta en un devenir más venturoso.  Otros, aun sin la compañía de nadie y rodeado  únicamente  de los propios ánimos y convencimientos,  será suficiente para avanzar sin problemas;  los más, se requerirá de compañía por aquello de que  “el hombre no es bueno que ande solo”.

          Estamos hechos para complementarnos por muchas razones y  nos necesitamos los unos a los otros;  pobre de aquel que piense que no necesita de nadie, en el camino de la vida irá encontrando “soledades” indeseadas que le hablen de su error. El contraste en la comunicación, la ayuda puntual, el ánimo del que en situación mejor o distinta  se encuentra y que será el empujoncito para superar esa pequeña elevación en la andadura;  la entrega del testigo de aquel que marcha y que para el que termina de llegar, será el conocimiento adquirido que en donación le queda y suyos también los avances y el compromiso de salvaguarda y entrega al futuro venidero.

          La vida, tremenda encrucijada donde el mayor reto es salvarse, aun a sabiendas de que el inicio de la misma no sea otro que el comienzo de una lucha férrea por el retraso a morir. Con todo y ello, el solo hecho de estar vivo, da a las claras señal de que andamos todavía en el trayecto y aunque el final será inapelable, todo lo anterior es buena muestra de la autonomía de la misma vida, ella viene sola y cuando tenga que marchar lo hará; otra cosa sea la lucha empecinada por no estar de acuerdo, pero que en este caso, no es más que la mayor utopía en la que andamos inmersos.

Montero Bermudo

S. Juan Despi, Julio de 2.017

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