campiña ecijana

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domingo, 30 de abril de 2017

Hay sitio para todos


Un caracol por la cocina.


          Parsimonioso, sosegado, tranquilo y sin inmutarse, subía un caracol losas arriba de mi cocina. Hace ya unos cuantos de días llegó a casa entre las hojas de un cogollo que trajo mi mujer para la ensalada; me lo encontré sobre el mármol de la encimera y lo puse sobre la base de una maceta de yerbabuena que tenemos en un rinconcito, como “despensa olorosa” para la sopa. Ahí se quedó, seguramente en el último rincón de su particular “roulotte” asustado por lo que pudiese pasar, pero yo no le hago daño alguno, mientras esté a gusto alrededor de la maceta…   luego, cuando vea que no hay forraje que le guste, lo sacaré al balcón y lo meteré entre los tiestos y las flores.

            Cuando me vio esta mañana entrar por la cocina, se detuvo un momento, encogió sus cuernecitos, pero sin llegar a esconderlos del todo, volvió a estirarse y previo repaso visual, girando sus cuernecitos  alrededor con un gesto,  continuó su marcha en dirección a una ristra de rojos tomates que tenemos colgadas para untar en el pan.

            Como el que no quiere la cosa, me dispuse en la costumbre  de preparar la cafetera y mientras seguía en lo mío, con el rabillo del ojo  miraba de vez en cuando, seguramente él haría lo mismo. Inconscientemente parece ser que llegamos a un acuerdo, hay sitio de sobras para los dos; para la perrita que mientras tanto delante del horno se encontraba entretenida comiéndose su “jeringo” para los dientes y para mi mujer cuando viniese.     

          Cargué el café, encendí fuegos, la leche, los cubiertos…  y fui llevando cosas para la mesa.  ¡Lola vamos! Y nos marchamos al comedor dejando al molusco ya cerca de los tomates, donde al final se quedaría entre unos y otros,  pegado a la trenza que los sostiene. Ahí tiene a la vista: la maceta de la yerbabuena, la ristra de los tomates, el manojo de perejil y unas ramas de yerbas aromáticas…  que coma de lo que quiera.

          Poquito a poco va dándose cuenta uno que la vida, llevada con normalidad y con proyectos de superaciones, te va haciendo más sensible a todo cuanto te rodea; esto es de todos y para cada uno, nadie es quien para adueñarse del espacio vital que todo ser necesita, porque alguien con más capacidad lo ha puesto en el mundo y  “Manolo”,  que es así como he decido llamar a este simpático caracol, ha caído por mi cocina, como yo caí por estos lares: por casualidades de la vida…  o el destino que dicen está escrito y quien intente borrar páginas de los demás, mal camino toma.

          A él (o ella que yo no entiendo) no lo ha traído aquí mi mujer en la bolsa de la compra, aunque llegara con la lechuga, lo ha enviado el azar, su propia ventura, su sino…  la casualidad y lo mismo que yo me ofendo cuando otros se sienten molestos con mi presencia (a la hora de repartir claro, solo preocupándose cuando uno le es útil) “Manolo” sufriría en sus carnes (y su caparazón) mi desprecio y mal trato enviándolo por la ventana o la bolsa de la basura, si no, echándolo en el sofrito de la paella del domingo.

          Colaboraremos en el avance de la humanidad con un “granito de arena” y respetemos aquello que nos rodea, todo empieza desde uno mismo y dejaremos expedito el paso al caracol “Manolo” colaborando además en no quitarle el perejil ni la yerbabuena de la vista y que él decida hasta cuando quiere habitar por  la que ahora es también su morada.

Montero Bermudo.

S. Juan Despi, en puertas del mes de las flores de 2.017

3 comentarios:

  1. Muy tierno y profundo . Como siempre dejando huella.

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  2. Soy un sentimental, no lo puedo remediar (ni quiero) los animales, hasta los de dos patitas cuando van con la inocencia o la bondad por delante, me despiertan las mejores voluntades que tenga dentro y el ego, la avaricia, el materialismo y tanta "ropa sucia" como pueda llevar en mi interior, la lavo lo más de prisa que pueda y la extiendo al soleo de mis mejores intenciones. Hay en este mundo mucho egoísmo y "amplias tierras por labrar" y este caracol, Manolo, porque tiene derecho también a un nombre, andará mientras le parezca alrededor de donde yo esté. Aquí, un servidor; un simple seguramente para el vulgo.

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