campiña ecijana

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domingo, 11 de diciembre de 2016

Pelones como quintos


Todo Pelado


           Pasó  la brigada de la poda, se fueron llevándose consigo cualquier resto  de “verdura” que pudiese merodear  sobre la cabeza de nuestro  paseo, hasta la alfombra dorada que formaran las hojas caídas se fueron con ellos. Frio, más frio se ve ahora  el paseo por donde a diario mi Lola y yo, deambulamos  platicando de nuestras cosas, al son de esa música celestial que al paso nos ofrecen los pajarillos desde las ramas  ¿Dónde se meterán los pobres estos días? Andarán arremolinados como en laberintos de vecinos a la espera de nuevos brotes para su cobijo y mientras tanto, se irán acomodando cada uno donde mejor puedan. En la naturaleza esto no sería así, pero donde el hombre mete sus manos  (en general no hay donde no las meta)  con ese afán de gobierno y manipuleo, todo es de otra forma. Será mejor, será peor…   no lo sé, en todo caso,  ni aunque la costumbre se haga ley,  esto lo doy por  natural.

          La perspectiva que ahora da la planicie de ese ensanche que forma la avenida, junto con   la plaza-parque del final de nuestra calle, me recordó esta mañana otra planicie en S. Gregorio, allá en el campamento militar a las afueras de Zaragoza donde juré bandera cuando me tocó y que un poco, mirando la hilada de árboles pelados como aquellos quintos formados y bien dispuestos para ser mirados, contados y revisados como elementos comunes sin alma, solo herramientas al uso para un fin predestinado y que en el momento que disponga quien manda se quita o se cambia de lugar…   así me sentí en aquel tiempo cuando serví a la patria y así veo estos árboles, fuertes y recios tan necesarios para la vida, que tanta sombra y frescor dan en días de sol, lugar donde viven y nos alegran un sinfín de aves, elementos naturales tan bellos que nos deleitan y renuevan el oxígeno…    hoy, aprovechando el momento de más reposo en ellos, se podan para “obligarlos” a dar mejores ramas o frutos y orientarlos al gusto.

          No podrán anular de ninguna de las maneras esa belleza que la naturaleza nos ofrece, de una u otra forma. La naturaleza es la que más sabe y por encima de complejos o manías del que todo lo quiere arreglar, nos brinda desde cualquier ángulo su indescriptible belleza…  otra cosa será que no la sepamos observar.

          Extrañados revoloteaban pajarillos de aquí allá: de la verja al alero de las casitas, a la parabólica y al rosal y de ahí a los setos intentando adaptarse al cambio. Mi Lola entre husmeo y saltitos miraba y se iba fijando en todo cuanto se movía y todos, encogidos por la fresca temperatura del momento  nos entregábamos al amanecer  de este nuevo día. El sol, con la bata o el camisón todavía puesto,  andaba  asomado por la esquina contraria de la plaza, a  la que nosotros nos dirigíamos  buscando el final que coincide con el camino entre masías y que ahí, rodeado casi al completo de campo ensanchamos pulmones y entre el verdor del paisaje echamos nuestro ratito. En mitad de un barbecho le quito la correa a mi perrita y le doy libertad, antes no se puede, hay peligro de tráfico y además está prohibido. A modo de “Gran Tamarit” le escondo le ofrezco y le quito la rama, me río y me muerde sin dientes las manos y le tiro palitos o piedras y entre carreras y saltos nos ejercitamos, hace su pipí y lo otro (que lo recojo y llevo al contenedor) y cuando amainan los bríos de la “Señorita”, poquito a poco cruzamos esta “sabana de nacimiento” de la que aún podemos disfrutar y camino arriba entre brincos y carreritas, rodeamos las tierras de estas masías apareciendo por la parte de arriba de la plaza, ya cercanos a casa.

          ¡Lola cuidado! Tú aquí a mi lado hasta que pasen esos coches, que nos pillan…   ¡Ahora, venga ahora! Y cruzamos el paso de cebra para adentramos entre los jardines que  pueblan la plaza, mientras un mirlo nos canta desde  las peladas ramas de un olivo que a modo de cornamentas de  venado dejaron con la poda y un  par de madrugadores como nosotros que hacen ejercicios levantando brazos y estirando las piernas…  cada uno con su “canción” y nosotros a por el pan que ya estará abierta la panadería y hay que tomar el cafelito con sus tostadas.

Montero Bermudo.

S. Juan Despi, casi metidos en invierno, 2.016

   

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