Écija
(52 años en la memoria)
Écija de amor y
fuego, florecimiento en una tierra donde el sol le pertenece lo mismito que
unos fueros. Sembrados de amapolas sobre
trigales verdes donde la brisa colabora
y al son de sus vaivenes se van formando
olas hasta que la vista se pierde. Primavera de una alfombras con mil
colores, de azahar, hierbabuena y miel,
de limones y naranjos perfumados;
jazmines hasta el filo de los tejados, sobre sus tejas… jaramagos. Majoletas,
cardos y collejas por los padrones; margaritas, malvas y violetas… mastrantos y
berros por los arroyos y entre media un agua cristalina que serpenteando el
territorio de ese “Eden” privilegiado, va regando con fruición el jardín de
enamorados que es la Astigi de los sueños de romanos, moros y cristianos.
Tierras donde
la flora, la fauna y aquel inquilino
afortunado que tenga en su suelo la
dicha de morar, firmen ahí finiquitar, hasta con los ojos vendados. Desconchones por encalar en tapiales y tejados, gorriones en caballetes,
palomos y cigarrones que jugando al escondite ocultos en canalones esperan una
vía libre, un escape o el desquite; esquinas
con restregones y desgastado el empedrado, perros sueltos en callejones, por
barreras y en almorrones… por los
zócalos de las calles: niños rozando su triquitraque.
Cigüeñas en espadañas, torres o minaretes;
aguilillas entre campanas, culebrillas y roedores en caídas precipitadas al toque de la matraca; vencejos y golondrinas a todo gas por las
esquinas espulgan mosquitos perdidos y con los brazos caídos… hacen colas muchos parados… ¡Ay!
Cuánta cola en el desamparo.
Écija
de incienso y cera, de tambores y cornetas, de “Cristos” y Vírgenes con Palios
y de mucha gente que reza; de curitas recién llegados con las dos manos abiertas trayendo las
mismas historias y que siempre tiran a viejas; de monjitas en clausura y
misterios tras las rejas; de mucho vivo con orgullo que siguen dando palos a
ciegas, como si todo fuera suyo, como si
les perteneciera y mientras la soberbia les corroe altaneros y engreídos, van camino de un
destino orgullosos los cretinos, ciegos
y sin darse cuenta de que aquel al que saluda ya viene más que de vueltas. De
miradas cautivas a través de hermosas rejas, de macetas llenas de flores de amor
y de creencias y de siglos a montoncitos que sentimientos aglomeran; de fe, tradición, costumbres y de grandezas, mucha grandeza.
Écija de amores perdidos de corazones rotos y de llantos de muchos
hijos; de tantos como se fueron y de cientos que volverán, de nidos
abandonados; de niños jugando al trompo, de niñas con labios pintados, de mocitos
y mocitas y de viejos arrinconados que narrando sus historias tienen los días
contados; dándo vueltas a la noria mientras van sacando del olvido todo aquello
de la memoria, aunque el alma falte a la
cita, porque en los tiempos que vivimos nadie quiere ni participa del dolor, el
abandono ni las miserias que a base de llanto se quitan… de congoja y no pocas cuitas.
Écija de ricachones de señoritos y
sinvergüenzas de los que no te quisieron nunca y te trataron como una mierda, de los que no
tienen consciencia, de los que siempre confundidos pensaron que aquello era:
simplemente sus dominios, su cortijo y
su despensa.
¡Qué pena de tierra mía! Con lo que
Dios te diera y que lejos de tu sol, de tu luz
y de tu tierra, que se tengan que morir hijos tuyos en otras guerras,
sin querer matar a nadie y sin otra causa que les tenga, que soñar con lo que
es suyo y que se comen muchos “perlas”.
Pero llegaran tiempos distintos,
seguro que estos llegan, donde todo se
componga, donde todos sitio tengan, donde todo el que la quiera pueda morar
hasta el infinito, quitando de un puntapié o un tortazo en el hocico, a toda
esta caterva que mirándose el ombligo, la tiene encorsetada y postrada en la
miseria.
Montero Bermudo.
Septiembre de 2.015… 52 años de un desahucio.
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