campiña ecijana

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jueves, 5 de marzo de 2015

otro pellizco


…continuamos.

 

              Íbamos a ver     al “Amarrao”  y a Confalón a  “Puerta  Cerrá”,   donde se encontraban con La Sangre y era lugar de ambiente  “Semana santero”, de  tertulia esporádica y del critiqueo típico entre seguidores de una u otra hermandad; esto es posiblemente lo más lejano que recuerdo, de manera imprecisa, algo nebuloso  en la memoria  y quizás adornado casi de manera inconsciente,  por lo que pude escuchar a través de los que me rodeaban.

         

          Un poquito más adelante en el tiempo y quizás con algo más de  nitidez, aparece en mi memoria imágenes de la Hermandad de S. Juan y  de la Soledad del Carmen,  allá por  la esquinita de “La Pesquera”  (Doctrina con  El  Conde) ambientado lugar por céntrico, de paso  y por la típica taberna con ese nombre que tenía allí el padre de esa bellísima persona que es mi amigo Salva López.          

          A partir de los ocho o nueve añitos  las vería por la calle Carreras, que era lugar por donde subían todas menos El Carmen;  en dicha calle, haciendo esquina con Pedro Barba,  justo antes de empezar lo estrechillo, quedaría  grabada en mi memoria una noche de Jueves Santo: la imagen sudorosa,  sonriente y “colorá” como la grana, de mi padre asomado bajo los faldones del Cristo de la Sangre;  pararon, me arrimé embelesado a los “cortinajes” de aquel misterioso teatro a ras de suelo, me dio un beso o quizás dos, bebieron agua y se hizo la “levantá” y con la misma alegría que llegó el paso al lugar, se fue  “pa”   “Puerta Cerrá”.

         Mi madre nos llevaba allí para que lo viéramos porque había buena perspectiva desde Colón. Hasta esos años vivió mi abuelo paterno por aquella zona,  además  en esas fechas más o menos empezaríamos     a vivir en la calle Las Flores y era por tanto sitio próximo  para ir ella con dos o tres niños.  De antemano ya sabían que en ese lugar, aproximadamente, terminaba la “chicotá” y nosotros lo esperábamos. Ahí, ahí empezaría mi historia como futuro cofrade. Todo lo que haya venido después con relación a mi pertenencia al mundillo del costal y las hermandades, dio comienzo aquella noche. El único testigo que me queda  es el  Señor del Convento de San Agustín”,  el  Cristo de La Sangre.  

Cristo de La Sangre, “Clavel crucificao”   
con mi padre de costalero                                                        
me acuerdo de aquella noche
"pa" mí el tiempo no a "pasao",
a los dos por la calle arriba
¡Cuánta fuerza! No vi fatigas,
yo me quedé allí en el suelo
mirando con qué derroche
ibais camino del Cielo.
 
Cristo de La Sangre "Crucificao astigitano"
hoy, mirando atrás en el tiempo
sobrecogido te espero
al entrar por Zamoranos,
y desde mi humilde ventana
te miro con fe cristiana,
sobre las rejas mis manos
aquella noche en el pensamiento.
 
Cristo de La Sangre "Gitano crucificao"
hierve tu barrio San Agustín,
flores en "toas" las rejas
junto a ellas mantones "bordaos"
hoy la calle es un camarín
las puertecitas "encalás"
gitanos viejos entre macetas
y sobre las flores "sembrás"
vierten rezos con sus saetas.
 

 

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