campiña ecijana

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domingo, 23 de noviembre de 2014

Recuerdos de Sitges

 
 

Sitges, recuerdos de juventud.


 

…Aquellos tiempos  de juventud, aromas de malvasía en viñas de mil colores, otoños de tanto amor, barquitas de pescadores, el mar el Cielo y tú…  Sitges La Blanca Subur.

Con el sol en la frente y el mar a mis pies,  la mirada perdida hacia la inmensidad donde  el horizonte  cierra filas a esta bella panorámica. Apoyado mis brazos sobre el muro de piedra que salvaguarda los filos del acantilado, allá en lo alto del promontorio de la Punta donde tu iglesia de S. Bartolomé y Sta. Tecla son faro y guía y vigía… punto de fuga en  el paisaje.  Haciendo  acompañamiento  a un precioso Maricel y a un entrañable Cau Ferrat, donde tantas veces soltara riendas a mis sueños y aspiraciones plásticas; recordando a ese entrañable también Rusiñol, el que te aportara artístico ambiente en un tiempo ya lejano, pero presente para tantos como soñamos con lo bello.

Con la vista en el horizonte y el alma extasiada de tanta belleza, respirando en profundidad y con el sueño de un recuerdo que el tiempo estira porque sigue y no se espera. La Blanca Subur que atesora el recuerdo  en lontananza, de una laboriosidad pescadora y extractora de un  Malvasía que diera singularidad a un vino en la zona y el sentimiento del arte que tantos te comportaran y aquel viejo y bello caserón en el baluarte que a mis espaldas vigila la brisa en el horizonte, por si vuelve a tus fueros aquel Santiago cual director orquestal y  te volviera a rondar tan plásticamente  para  acompañarte  en los sueños. Aquí sobre el natural malecón, rodeando el Racó de la Calma,  duermen  soñando como yo mismo y ríe, y llora, y las ve pasar mientras los ojos de la mar te miran con oleajes y en el vaivén de las olas gracia y espuma, sal y amapolas navegan sobre ese trigal en barquitos que vienen y van, invitándote a un maridaje donde el cielo crea horizontes; un éter infinito, el mar, Tú y las olas.

Años de adolescencia  que en la memoria atesoran el bonito recuerdo de aquel tiempo en el que alforjas repletas de ilusiones y de bellas  aspiraciones me acompañaban, yo que nací en tierra adentro, entre algodonales, barbechos y rastrojos, cuando en tus labios me adentro lo siento y no quiero pero me acongojo y me puede tu belleza la que aun cerrando los ojos presiento. La brisa del mar, el agua, el viento, impregnada vas dejando, salinas sobre mi cuerpo, tu hermosura, tu dulzura en todo tiempo, mi alimento.

Sitges, las aguas de un Mediterráneo  que a diario te bautizan, purifican y te bañan, y en tus calitas se recrean y en el azogue de su plata tu silueta se refleja.  Rinconcito a estas orillas donde otrora  laboriosos pescadores faenaban y la modernidad de los tiempos cambió por un arco iris de viajeros. La brisa  que peina las olas de ese  Mare Nostrum que nos acompaña, Tú que me acoges con magia y Él que la sal en el aire me aporta; el salitre se pega a mi cuerpo como algo que es tuyo y me importa, sembrados con tu sonrisa el mar cual alfombra de Corpus de nenúfares queda y las olas te balancean y el aire me trae tu aliento y mientras un hálito de vida queda, de mi boca surge un pensamiento y un deseo que me quieras y un susurro suelto al viento  y un te quiero Sitges, de veras.

Montero Bermudo.

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