Sitges, recuerdos de juventud.
…Aquellos tiempos de juventud, aromas de malvasía en viñas de
mil colores, otoños de tanto amor, barquitas de pescadores, el mar el Cielo y
tú… Sitges La Blanca Subur.
Con el sol en la frente y el mar
a mis pies, la mirada perdida hacia la
inmensidad donde el horizonte cierra filas a esta bella panorámica. Apoyado
mis brazos sobre el muro de piedra que salvaguarda los filos del acantilado,
allá en lo alto del promontorio de la Punta donde tu iglesia de S. Bartolomé y
Sta. Tecla son faro y guía y vigía… punto de fuga en el paisaje. Haciendo acompañamiento
a un precioso Maricel y a un entrañable Cau Ferrat, donde tantas veces soltara
riendas a mis sueños y aspiraciones plásticas; recordando a ese entrañable
también Rusiñol, el que te aportara artístico ambiente en un tiempo ya lejano,
pero presente para tantos como soñamos con lo bello.
Con la vista en el horizonte y el
alma extasiada de tanta belleza, respirando en profundidad y con el sueño de un
recuerdo que el tiempo estira porque sigue y no se espera. La Blanca Subur que
atesora el recuerdo en lontananza, de
una laboriosidad pescadora y extractora de un Malvasía que diera singularidad a un vino en
la zona y el sentimiento del arte que tantos te comportaran y aquel viejo y
bello caserón en el baluarte que a mis espaldas vigila la brisa en el
horizonte, por si vuelve a tus fueros aquel Santiago cual director orquestal y te volviera a rondar tan plásticamente para
acompañarte en los sueños. Aquí
sobre el natural malecón, rodeando el Racó de la Calma, duermen
soñando como yo mismo y ríe, y llora, y las ve pasar mientras los ojos
de la mar te miran con oleajes y en el vaivén de las olas gracia y espuma, sal
y amapolas navegan sobre ese trigal en barquitos que vienen y van, invitándote
a un maridaje donde el cielo crea horizontes; un éter infinito, el mar, Tú y
las olas.
Años de adolescencia que en la memoria atesoran el bonito recuerdo
de aquel tiempo en el que alforjas repletas de ilusiones y de bellas aspiraciones me acompañaban, yo que nací en
tierra adentro, entre algodonales, barbechos y rastrojos, cuando en tus labios
me adentro lo siento y no quiero pero me acongojo y me puede tu belleza la que
aun cerrando los ojos presiento. La brisa del mar, el agua, el viento,
impregnada vas dejando, salinas sobre mi cuerpo, tu hermosura, tu dulzura en
todo tiempo, mi alimento.
Sitges, las aguas de un
Mediterráneo que a diario te bautizan,
purifican y te bañan, y en tus calitas se recrean y en el azogue de su plata tu
silueta se refleja. Rinconcito a estas
orillas donde otrora laboriosos
pescadores faenaban y la modernidad de los tiempos cambió por un arco iris de
viajeros. La brisa que peina las olas de
ese Mare Nostrum que nos acompaña, Tú
que me acoges con magia y Él que la sal en el aire me aporta; el salitre se
pega a mi cuerpo como algo que es tuyo y me importa, sembrados con tu sonrisa
el mar cual alfombra de Corpus de nenúfares queda y las olas te balancean y el aire
me trae tu aliento y mientras un hálito de vida queda, de mi boca surge un
pensamiento y un deseo que me quieras y un susurro suelto al viento y un te quiero Sitges, de veras.
Montero Bermudo.
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