…Va de
Cañatos.
(La caña, sencilla y humilde que diera
nombre a mi calle a mi barrio y a los
que allí hemos nacido, otro gentilicio, el de Cañatero.)
Debió surgir
mi barrio de los “sobrantes” que conformaban aquella gran urbe que fuera la
Astigi romana, el que más tarde se seguiría nutriendo de lo que dio en llamarse arrabal y que era
término de lo conocido ya en la Edad Media como barrios desorganizados, constituido y habitado por los más desfavorecidos, de los que no
cabían, de los recién llegados y a la espera, de los que en cierta manera eran
echados o no aceptados, bien por no quererlos (los motivos siempre son
infinitos dentro del egoísmo humano) o porque ellos mismos no tenían qué ofrecer.
A partir de una de las principales puertas de la Ciudad, más
allá de las murallas y a orillas del
arroyo que hiciera de foso natural o trinchera y por tanto defensa que flanqueara buena parte de los aledaños de su puerta sur, la que el kardo maximus romano diera salida o entrada por esa
parte y seguramente en el lugar donde daría comienzo el primer
Paseo extrarradio de la población, entre ella y el emplazamiento del Anfiteatro,
lugar donde toda fiesta debía de acontecer y por tanto la más antigua también
“Calle de la Feria” o Bulevar de la época, lugar más que probable donde es
posible se diera el desahogo de la gente una vez terminado sus quehaceres
cotidianos, idas y venidas de juventud a lomos de bestias o en carruajes, carreras
y juegos de pelota, pretensiones de adolescencia… paseo que conectara a partir de dicho
Anfiteatro, Templo de Vesta y demás lugares de ocio y esparcimiento con: la Vía Augusta, el más grande de los caminos que unía el sur
de Hispania con la capital del Imperio Romano, al fin y al cabo nuestro
imperio, porque éramos ellos.
A orillas del
cañaveral que poblara la margen del entonces más caudaloso arroyo, pequeñas y
humildes construcciones conformarían mi barrio. Casas de tapia y rama, modelo
de “vivienda” que he llegado a conocer
por los alrededores de la población hasta no hace demasiados años, primitivas edificaciones sencillas y básicas
donde una pared de no más altura que la de una persona cerrara el perímetro del espacio disponible y resuelta
a base de una argamasa o amasijo compuesto por: tierras o arena, restos de
cerámica o cascotes y cantos rodados, paja, cal… la
parte de arriba cubierta por ramas de olivo, caña, paja… lo más práctico
y a mano de cada uno en ambos casos.
El nombre,
además de muy atrás, le debe venir de dicha planta de caña, de la que hasta no
hace demasiado tiempo, en toda la zona de entrada al pueblo por lo menos, el arroyo estaba poblado. Recuerdo
perfectamente, que hasta la pontezuela
del Matadero llegaban las cañas por toda la orilla y desde bien
lejos arroyo arriba y en el trozo que
ahora rodea la Avda. De los toreros y la de John Lennon, ahí mismo, a la sombra de unas acacias o algarrobos, era
normal ver en temporada a unas pocas de familias gitanas fabricando canastas y demás utensilios con dicho vegetal
a “pie de obra”. Es de suponer y sin miedo a equívoco alguno, que en un principio estaría gran parte de todo lo que ocupa el barrio
poblado de dicha gramínea.
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“Unas débiles cañas, decía Plinio, han bastado para
someter, civilizar y suavizar las costumbres de los hombres. En efecto, de las cañas
se han hecho las flechas, las plumas y los instrumentos de música” (Diccionario Histórico Enciclopédico-
Vicenç Joaquín Bastus i Carrera)
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Mateo 27-29…
28Y desnudándole, le pusieron encima un manto escarlata. 29Y tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre su
cabeza, y una caña en su mano
derecha; y arrodillándose delante de Él, le hacían burla, diciendo: ¡Salve, Rey
de los judíos! 30Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza.…
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Una de las
calles principales del barrio se llama Cañaveralejos, por casualidad, donde
estaba la casa en la que yo nací….
Así podríamos seguir, pero no es necesario, ahora bien, es oportuno
después de lo dicho que a esta planta sencilla y humilde, la que al mismo
tiempo esconde disimulada una grandeza digna de reseñar a imagen de tantas
cosas en esta vida, las que por su aparente simpleza no nos llaman la atención,
pero que encierran algo misterioso que cuando vas descubriendo te seducen.
La caña,
modesta y elemental planta, la que casi de manera inadvertida
tanto provecho nos diera a buena
parte de la humanidad, en todas y cada una de sus variedades y prácticamente a
cambio de nada, la que al servicio del hombre hizo de bueno o de malo según
interesó y fue el “germen” sobre el que
se posó mi barrio también y a los
nacidos allí como es mi caso, nos cabe el orgullo significativo de esas
pequeñas diferencias que nos distinguen
por el hecho de portar otro gentilicio además del : ecijano y astigitano otro que nadie más lo tiene y que es el de
Cañatero.
Cosillas que uno, dentro de su parcela de
libertad, las escribe porque las piensa, las sueña… y porque
es de lo que no me privará nadie: ni
de querer ni de soñar.
Montero
Bermudo Octubre del 2.014
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