Cañatos que sigo aquí
Hablando de mi Cañatos. A veces pienso que como sus calles siguen en el
lugar, su gente y el recuerdo andan presente en su ambiente y en el espacio de
su universo… no se fueron nunca, están
o estamos allí, es posible que muchos ahora (como cañateros) no nos vean,
encontrándose todo de manera distinta y modificado, que no es lo mismo… pero
que a mí me da que no nos hemos ido, repartidos en su cosmos los cañateros
nunca nos fuimos y aunque ya no esté el arroyo como linde entre: los de allá en
Juan Páez, Alamillos o Puerta Osuna, aquel pequeño rio que rondara esa muralla
y que también separaba al barrio de la “gran urbe”, en tiempos de cuando
Cañatos y su idiosincrasia andaba enmarcado dando clara visión a su entidad y
que mantenían, manque lo duden, clara
distinción, entre nosotros y los demás astigitanos… queda el sello marcado en el alma de cada
uno.
“¡Cañatos quehstamo ahquí ! que no mo
habemo ío… barrio ande ma criáo, mi jhente, de lahque no meorvío”
De aquel Cañatos de mi “crianza”, hoy tan cambiado y remozado, tan preñado
de esperanza… no hay ocasión ni momento en el que no lo eche en falta, ni
dedique una mirada con los ojos de la nostalgia, a ese “cuerno de la
abundancia”, el que surtía al barrio entero: de hermandad, de vida, de ingenio y
gracia; de lujo en un vecindario rebosante de sustancia, donde se dio siempre el
reparto cuando había y si faltaba. Cañatos de griterío, de cantes, toros y
verbenas; de ventanas con gitanillas, claveles, azucenas… de zaguanes “mu fresquitos” con pilistras, helechos,
esparragueras; donde alegres y animados patios bajo el palio de su esfera,
criaban palmiras y geranios de mil colores; malvas chinas, narcisos, pericones…
y clavados en arriates como huerto en el Edén: parras, celindas, hierbabuena… y
pegado a los jazmines, esperando el atardecer, la sillita de la abuela que
hacía ramitos de él.
La alegría de tus calles, la pompa de tu solera, el mejor escaparate
donde ofreces tus maneras, hermosura de tus viejos: patriarcas de su gente,
donde niños a pedradas ejercían su talante; de arroyo con mucho genio, el que
nos daba cierta anarquía poniendo su agua por medio… ¡¡Ay Cañatos!! ¡¡Qué alegría!!
Incomparable escenario donde empezó mi historia,
allí se fraguó el inicio mi vida, la gloria…
cañatero desde entonces, brote continuo en la memoria, gravadito en el
pellejo todo el lustre de esa honra, riqueza que amontono, abolengo, hidalguía…aquello
fue más que el oro: “fuente pa toa la vía” … humildad que atesoro de por vida… es lo que el barrio cría
Montero Bermudo.
Cañatero por la gracia de Dios y
por la madre que me parió. Primavera
2021
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