Ya está aquí el verano
Esperemos que ya por fin y según parece
ser, se estabilice el problema del dichoso virus y nos deje funcionar con algo
de más libertad y menos miedo (respeto y cuidado siempre) y nos permita de
nuevo echar un vistazo al “terruño y a las propiedades”; esos días tan
necesarios en los que uno vuelve a por la “tetita” al pueblo, como decía mi
abuela, cuando alguna de aquellas jornadas al regreso de la plaza y de nuevo al
tajo, en cualquiera de tantos veranos míos “arranchao” en el melonar, me
preparaba y ponía en marcha para que volviera al pueblo aquella tarde y por una
noche siquiera a que me viera mi madre y claro, yo a ella. “Eha, comío,
lavao y peinaíto… a por la tetita y que tu madre te vea, mañana cuando te
levante te viene de güerta y te trae tú la behtia”. Así de esa guisa me mandaban para Écija,
salvando la distancia de esos sesenta años largos transcurridos y lo más triste
quizás: mi madre ya no estará esperándome, Ella me espera sí, pero en un lugar
muy alto, alto, alto… muy por encima de
Écija, pero me consolaré, porque sé que desde allí me mira y pienso que será
feliz observando con cuanto amor sigo queriendo a todo lo mío y que ella me
dio.
Volveré, si Dios y el virus quiere, a
descansar unos diitas a “patas sueltas” de relajo o de lo que se le quiera
llamar y será donde tanta ilusión me hace, a pasar calor o no, a mí no me pesa,
ni voy a segar garbanzos ni a coger remolacha… en la taberna donde esté la cerveza más
fresquita y la tapita más sabrosa o el aire mejor acondicionado, me “fragelaré”
y pasaré los “peores ratos”, lo demás: por cualquier rinconcito de mi casa
“tirao” como una aljofifa leyendo, escribiendo o escuchando música, si se
tercia, ocupado simplemente en mis
pensamientos y allá donde marque la perrita, que es lista como el hambre y sin
necesidad de la varita de un zahorí, sabe del lugar ideal según la temperatura.
Entraré por casa con cara de asombro y haciendo pañetas… mira
que lo sé, pero no me acostumbro y se me olvida como a los niños cuando les
dices que ahí no se toca y miran para la tarta con los ojos en forma de barrena
y el dedo tieso como E.T el extraterrestre. Écija me tira y en el amor que le
tengo hasta veo jardines por los almorrones. Dos horas doblado como las
“Espigadoras de Millet” para recoger del suelo del patio los hierbajos y jaramagos
secos caídos sobre la solería de ladrillos y que, a golpe del tiempo, el aire y
los pájaros lo deja de tal forma tapado que no se ve ni el color de aquellos
pelotes a la palma que tan bien colocados me dejara mi buen amigo Cristóbal.
Gorriones escarbando entre canalones y
tejas, salamanquesas, cigarrones y hasta abubillas que bajarán seguramente
desde los olivos cercanos y van aventando la parva que dio en armarse con lo
que se aglomera después de una primavera lluviosa y “frondosa” y que ahora, el
verano tuesta o cuece de tal modo que la hace quebradiza y volátil y por tanto,
en manos de la brisa o el viento, cuando
no las patitas de las aves que escarbando, van esparciendo al espació interior
de la vivienda, las que a su vez me habrá ido colocando pequeños almiares por
rincones o recovecos.
Menudo patio me encontraré… pero es
agradecido y reconforta vértelas aquí desenvolviendo cuanto el invierno y este
año la primavera, ha juntado. No por eso, en un plis plas, algo de escoba y la
goma del agua y como si el “Gran Tamarit” hubiese pasado con su: “ñaaaaaa, ña,
ñañañaaaa…” todo reluciente, fresco y especialmente agradecido. Ahora al
vivero, unas cuantas de plantas y el chiringuito montado.
Écija calurosa que es su sino, ardiente en
todo y que a pesar del periodista insípido de turno, que año tras año viene con
la pamplina del huevo sobre el pavimento del Salón, aporta una especial idiosincrasia
a su gente, manera de ser y cavilar o discurrir y una dureza de pensamiento,
que no es otra que: resistencia, fortaleza, resolución y gracia para
desenvolverse; tontos aparte, que también los hay, existe una finura y un sentido
del humor capaz de sobrellevar lo más indescriptible y ni siquiera el andar
frito, como ese huevo dichoso y anecdótico, rompe lo más profundo de sus
credenciales. Así es Écija, así son los ecijanos y de ahí quiero seguir tomando
el avituallamiento para mi alma.
Montero Bermudo.
Lejos o cerca (que ni eso sé) de esa Écija calurosa en todo y en 24 de
Junio de 2.020
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