¡Écija!... penitencia infinita.
Igual que Aníbal dejara a Himilce en la
retaguardia, donde la paz y armonía fuera la corte en el existir de su “princesa” cuando a las
armas marchara… la salvaguardia; ahí te dejé y me fui con la angustia del que
algo teme al porvenir, por la obligada renuncia, que no el abandono, más, con
la misma voluntad y el convencimiento de que en
la paz y el sosiego, siguieras
viviendo orgullosa, presumida y confiada, que no incauta; rodeada de los tuyos desde ahí mismo y de los que por
esos mundos volamos, porque andaríamos siempre cerca con el corazón y con la
firme promesa de un retorno de vencedores.
A estas alturas de una vida, cuando
lo que sea por llegar, ande más en un entre luces de ocaso y el desaliento, que al alba de ninguna
historia cargada de gloria; no existen batallas vencidas ni laureles de victorias, todo fueron: revueltas,
forcejeo, bregas y luchas, por unas mejoras que a todas luces, en estos
momentos que el alma hace arqueos, solo son dudas, muchas dudas y recelos; no
ya de su existencia, que no las hubo, sino de haberlas soñado siquiera próxima…
más la guerra no se detuvo.
¿Qué fue de tantas ilusiones que en
el camino quedaron difusas? ¿Dónde lo positivo de tanta entrega y esfuerzo? ¿De qué sirvieron los sufrimientos? ¿Serían acaso aspiraciones ilusas? Aquí
sobresalen las penas y frustraciones y si de algo hay que alegrarse, es del
descubrimiento a través del dolor (sigue uno soñando) de lo que pudo ser, he
ahí su valor; cuando menos, topamos de nuevo con las raíces y con ello no está
todo perdido... ¡Vamos a ver!
¡Écija! Tú que siempre fuiste panal
goloso donde se acercaran a libar: recolectores, oportunistas y codiciosos.
Trofeo y canonjía de vencedores y poderosos, aunque no siempre tan valerosos. Triunfadores de guerras y “apaños” donde a débiles y
desamparados faltos de medios, de “armas y cuartel” a Tí
nos negaron, al pan y el beber… el desahucio para más engaños y pasaron muchos
años, más no el ansia por volver.
Y a los otros muchos que ya nacimos:
sintiendo, queriendo, sufriendo y perdiendo; por esos mundos andamos como
perros perdidos buscando “tesoros” con los que volver. Penitencia infinita,
maldita e impuesta yo no sé por quién, ni porqué y que en ella perdimos el
pelo, la vista, el oído, las uñas, tu Cielo… y “comíos de cebauras” llevamos
los pies.
No renuncio ni me aparto del derecho que es mío, nací en tu suelo y
quiero a mi tierra, el alma que a voces me llama, nido que es mi buhío.
¿Por qué hay algunos que ironizan, menosprecian y me afean cuando porfío o
cuestiono por desacuerdo con el trato
que en momentos te dispensan? “… ¿Qué sabes tú?... ¡Entérate antes!... no sabes lo que dices... ¿Tú andas aquí?...” Mis
eternas intenciones no flaquean, pero me causan tristeza y algo de pena me
envuelve tal inconsciencia. Acepto y tolero,
no sin dificultad, el reto impuesto
mientras se da la verdad, porque uno ya
es algo mayorcito y desde esa distancia y la “otra”, que es la de tanto
“tragar”, se descifra lo que puebla el
bosque: los árboles con más claridad.
Montero Bermudo
S. Juan Despi, Abril
de 2.017
Rafa hablas de tesoros por buscar, sin darte cuenta que la mayor riqueza de un pueblo es tener personas como tú, que llevas a Écija por todos poros de tu piel. Yo una catalana a kilómetros de ese increíble pueblo, me conquistaste por tus increíbles historias donde reflejas esas tradiciones ,experiencias esa pasión. Gracias.
ResponderEliminar"Cuando salí de mi tierra volví la cara llorando..." - Decía Juan Valderrama en su "Emigrante" - y yo, como supongo de una mayoría, siempre soñé con volver "triunfante" y con los posibles "tesoros" conquistados en mi particular guerra, como en las de otros, pero la vida se va y la "veta" no la encuentro. Se tendrán que conformar en mi pueblo recibiéndome sin tales triunfos (todo no van a ser ganancias)aunque a sabiendas que lo intenté y aunque solo lleve el mástil con los jirones de mi bandera por tanta brega ¡Vive Dios" que la defendí y los querré hasta que me muera.
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