El pan nuestro de cada día.
Empieza el día,
paseíto matutino con mi perrita y desayuno.
Sentado a todo el lujo de diario, vivir
momentos de tranquilidad en familia ya es eso, suntuosidad. Por delante, una “mesa”
bien ordenada y surtida en lo necesario ¿Para qué más? Y como un bodegón a lo Zurbarán o Meléndez: vaso
grande de café con leche, aceitera, ajos,
unos filetes de arenques limpios en aceite y rebanadas de pan de payés ligeramente
tostadas… después del paseíto diario
con mi Lola, este momento es un deleite al que todavía llega uno y del que
disfruto al empezar la jornada. Nos damos la vuelta por los alrededores,
respiramos aire fresco y compramos el pan. A partir de ahí, el rito del desayuno diario, momento ceremonial y de “proyecto”
para lo que da comienzo y en la aventura de lo cotidiano se entrega uno, para
empezar degustando estos “manjares” tan anónimos y “corrientitos” como hermosos
y saludables. Con algunas variantes en
sus elementos, es para mí la comida ordinaria que más disfruto, todo está por
delante; el inicio, la ilusión, la
sorpresa… el nuevo día espera y la esperanza en él pone los ánimos en marcha.
Hoy, mientras
degustaba las rebanadas de pan, iba la
mente hurgando y escudriñando rincones
por la “memoria del paladar” y me ofrecían imágenes en lontananza, de cuando chico allá en mi pueblo, entraba a descargar
leña por el horno de aquel Gamero, al
que mi abuelo surtiera con algo de “materia prima” y los olores y aromas a pan
caliente, harinas, masa madre y fermentos, junto al calorcito “natural” de la
tahona, arropaban de manera casi inconsciente,
la entrañable y cotidiana reunión con mi compañera y la perrita echada a
nuestros pies.
Así es, poco más o
menos, la panadería de mi barrio. Donde un joven panadero, animoso y “estudioso
de la materia”, está revolucionando el negocio familiar; aquel que su abuelo y
su padre le entregaran en custodia, como
honrosa forma de sudar gustoso lo que se come y que él, puesto al frente de su “artesanal fábrica” como una hormiguita
va sacando por las puertas de su Tahona, el placer de lo bien hecho.
Reconforta y
estimula los ánimos encontrarse todavía con este lujo de panadería, en épocas en
las que todo lo autóctono ves que se
pierde, cambia o se pone en manos de otros venidos de lejos y donde lo tuyo va
degenerando en imitaciones baratas y de mal gusto… este
muchacho (Emilio el de Panadería Luna) -
le comentaba a mi mujer - hace un pan
como el de antes, esperemos que estos “perseguidores” del que trabaja y se
preocupa de su labor, no lo agobien con impuestos desorbitados y “retórica bananera”,
con ello, algo tan nuestro como el pan de cada día, será un lujo cotidiano ya
citado hasta en la Biblia, al alcance de todos en la panadería de mi barrio.
Montero Bermudo.
S. Juan Despí, pasado fiestas de Navidad y Reyes ¡Por fin! 2.017
Señor Rafael,
ResponderEliminarMe han gustado mucho estas lineas que ha escrito, y le voy a añadir un comentario. Tengo la gran suerte de poder colaborar con el joven Emilio, y para mi que ya rozo los 50 me resulta un gran ejemplo de tenacidad para progresar en su trabajo, ilusión por su oficio, y un monton de cosaa mas. Conozco muchos panaderos, cuando alguno me dice "esto no puede funcionar" yo utilizo el ejemplo de Emilio.
Gracias por su comentario, me ha gustado leerlo y seguro que a Emilio le refuerza las ganas de seguir adelante.
Siscu
En una sociedad donde la ignorancia es la que ocupa “pódiums”, en la que sus dirigentes carecen en gran medida del conocimiento necesario para su cometido, donde hablar de oficios, voluntades y dedicaciones medianamente serias son trampantojos de unas realidades tan necesarias como perdidas, es de agradecer y felicitarse al encontrar por el camino a un hombre joven, sí, pero ya en marcha y que camina o peregrina a la búsqueda de esa misma verdad a la que uno también aspira, no es para menos que descubrirse y si es necesario abrazarse a la pancarta que encabece cualquier manifestación en pro del que se esfuerza y preocupa.
ResponderEliminarHumano es que se alegre Emilio de esta intención en forma de torpes letras, muchos nudos tendrá que tragar en su afán por esa búsqueda en la que anda inmerso y humano también, el agradecimiento nuestro por esos “manjares” a los que tenemos acceso gracias a su dedicación; así que yo, cumpliendo órdenes de mi conciencia, solo he pretendido comunicarle que no está solo con los de su casa, aquí andamos buena parte de su clientela, cuales “Médicis” y como mecenas anónimos, apoyaremos su particular “Renacimiento” de manera incondicional y por la cuenta que nos tiene.
Gracias a ti también Siscu Rafecas por tu amabilidad, un saludo