campiña ecijana

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domingo, 24 de julio de 2022

La fresquita de la mañana


 

Después del desayuno.

      Relajado y “perdido” en plena lectura, disfrutando de la distensión y la fresquita de la hora, una vez terminado el tempranero desayuno…  

      El canto de los pájaros se cuela libremente por mis ventanas, las que abiertas de par en par intercambian espacios con el exterior sin traba alguna y ponen música de ambiente creando el hábitat adecuado y aportando al estado de ánimo la medida justa e ideal para encontrarte en plena “Gloria”. Los “armoniosos” y bien profundos ronquidos de un respirar acompasado eran esparcidos por alrededor… mi perrita Lola, dormida a mis pies junto al sillón, reponía su organismo al tiempo que disfrutaba de un momento de calma y tranquilidad junto a sus compañeros que somos quienes andamos cerca. No digo dueños porque ofende mi espíritu y hasta mi dignidad catalogarme con esa denominación. Yo no soy nada, por encima de nadie de quien me rodea, solo tengo la responsabilidad, junto a mi compañera, de velar por aquello que necesite y le venga bien a su existencia; la decisión de hacer de su hábitat este lugar donde vivimos, no la tomó ella, pero se conformó sintiéndose feliz y el “pago” a nuestras decisiones, deben cubrir las necesidades de su vida ¿Qué menos?

     Aquí tendida en modo “a lo egipcio”, dibujando su silueta bien definida y a todo lo largo, estirado el morrito y con el punto de mira encarando al ventanal por donde se cuela silenciosa y agradable una brisa deliciosa; sus patitas traseras juntas y las manos hacia delante con una de ellas recogida… dan para estudiar anatomía canina observándola, pero más, para degustar y disfrutar “viéndola vivir” y escuchándola roncar en pleno sueño y confiada. Hay momentos que aprieta y el recorrido del aire aspirado suena largo, profundo y más elevado de tono, estirado y hasta con deleite por llegar hasta el último rinconcito de sus pulmones y una sonrisa de manera espontánea y controlada, se me escapa dibujando en mi semblante el contento y la satisfacción, porque yo también disfruto escuchándola.

       Los pájaros recluidos en ese “campo de concentración” que es el balcón del vecino, un enamorado de estas aves que disfruta teniéndolas presas en sus jaulas y que, por grupos, parejas o qué se yo, las tapa con unas fundas de tejido para que canten (me pareció alguna vez escuchar) cantan y cantan, reclamando libertad de manera innegable… seguro y con ello se acercan otros pajarillos que posándose sobre los pasamanos de las barandas y el vierte aguas del suelo vienen a la búsqueda de un contacto y picotean cuanto esparcen mientras dialogan entre ellos. Un mirlo negro, una tórtola y otra más, van y vienen y corretean una especie de lavanderas que balanceando su colita se turnan con los palomos… los gorriones van a menos y es un misterio, porque siempre venían en bandadas. Sabe Dios si esa “plaga de cotorras invasoras” existente, no habrán hecho un acopio de espacios desahuciando a estos amigos que nos acompañaron siempre. Un silencio musical en el ambiente hace de este ratito en la mañana una delicia y mi Lola, sin inmutarse ronca, ronca y de vez en cuando corta la respiración y una sacudida en el resuello hace de estribillo para seguir a compás mientras vuelvo a sonreír.

       Griterío y risas de niños chicos que de lejos se aproximan y los ladridos de otros perritos en balcones al fondo de los patios de luces que demandan atenciones o contactos con los demás, completan el ambiente de un ratito en el que la lectura, al final es lo de menos, la naturaleza anda por encima de todo y, nosotros, sentados cada uno en un sillón, atendemos a “reclamos” del móvil que rompe el “áurea” del ambiente y nos hace a los tres mover el tipo y caminar en pro de cambios de postura, e iniciar alguna actividad porque la mañana avanza. Mi Lola, removido el ambiente, volverá en la búsqueda de otro acomodo y no será difícil que dentro de nada se escuche “silbar” desde el sillón, que ahora sí, habrá venido a cubrir el hueco libre y con ello recrearse al olor o rastro nuestro.

Montero Bermudo

Tomando nota “del tiempo”, como un “Medina” de andar por casa; verano de 2022


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