campiña ecijana

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domingo, 17 de octubre de 2021

Cañatos... por eso.


 

Me parió mi madre en Cañatos

         A modo de “avión de feria” apuntando su alargado pico y estiradas las patas entre plumas blancas, tanteaba en su vuelo una bella cigüeña; dio dos vueltas y con dominio, tacto y seguridad en el gesto, depositó en mitad de aquella casa de vecinos, centro neurálgico de Cañatos, aquello que en el pico prendido traería desde: váyase usted a saber dónde,  lo incierto será por siempre un sueño… del jardín del Edén fueron expulsados por egoísmo “nuestros primeros padres” … el origen del mundo sigue siendo una incógnita, pero el destino…  ¡Ay Cañatos! Que saldría la bolita premiada antes del sorteo y cuando cantaran los de San Ildefonso yo ya estaba en este mundo y junto a tu fuente.

       … Por eso no olvido aquella mañana en Cañatos…

      Llegué una mañana fría de invierno, envuelto en pañales y junto al brocal del pozo, en medio del patio me dejó la cigüeña, ella cuidó de brusquedades al depositarme y casi ni me enteré, se marchó mientras me desperezaba restregándome los puños sobre los ojos pegados de legañas y cuando conseguí abrirlos a la luz del nuevo día, entre risas y expresiones de caras bonitas la vi a ella, era mi madre…  ahí estaba el encargo.

      Muchas veces en mis juegos alrededor de aquel pozo situado en medio del patio, miraba al cielo en cuanto volaban cigüeñas camino de torres o espadañas…  ¿Esa, será esa, no esa, o aquella…? Con asombro me preguntaba boquiabierto y cara al cielo, mientras estiradas sus largas patitas y un pico cual “sable anaranjado a la carga”, señalaban al frente señoras y dueñas de un cielo que atraía. Miraban y jugaban lo mismo que yo a la aventura del descubrimiento y al escondite, entre brisas se perdían luego del vuelo de las tejas que vertían agua de lluvia sobre mi patio.

       De Mochales a Santiago, de La Argamasilla a La Victoria o al Barrero cargando provisiones: Torres, espadañas y miradores como tabernas de reunión, paradas o puntos de partida; nidos resueltos en “carajos de velas” por donde nadie subiría a escudriñar horizontes ni a mirar sus secretos. La danza de bastones de un crotoreo alegre y jaleoso por el júbilo de un encuentro, esparce su propia música por encima del caserío mientras el deleite de poder observarlas allá en lo alto, se convierte en singular espectáculo.

       … Por eso lo recuerdo hasta con asombrosa fidelidad…

      ¿Cuántos de aquellos momentos tergiversaran los recuerdos, presentando tal vez algo de distinción por mor de los muchos años transcurridos? ¿Qué quedará de aquello en mi mente que me atrae al pensamiento con solo nombrarte? Una vida hecha lejana de aquel principio, que no me retira ni aleja en los sentimientos, porque la distancia, aunque suene a mucha, por andar ya casi en los setenta, no suma la fuerza necesaria para borrar del pensamiento nada de aquello…  

       Por eso a diario pienso en mi madre… por eso.

Montero Bermudo.

Otoños de añoranzas y lejanía de aquel punto de partida: este de 2021

       


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