campiña ecijana

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lunes, 14 de enero de 2019

Ourense y su montaña




Por las tierras altas de Galicia: Trevinca
          
     Con un día “favorable” en cuanto a temperaturas, clarísimo a más no poder y con un sol radiante que iluminaba hasta cuanto la vista tenía acceso, que no era poco en aquellas alturas donde Galicia tiene puesto su nivel más cercano al cielo y quiero referirme con ello a lo tangible, lo material de la misma tierra u orografía. Trevinca y sus alrededores es un pedestal rozando las nubes o por encima de ellas cuando las hay; alto, alto, alto como ningún otro punto en estas tierras en las que si habláramos de elevaciones… de sentimientos es posible encontrar quizás hasta más altura y en cualquier rincón de esta esquinita Ibérica que se tercie; la sensibilidad, espiritualidad, sentimiento, religiosidad y hasta el misticismo y la idiosincrasia de esta gente, por no  decir: cierta flema, aplomo y sensatez como resultado de esa mezcla, en los que habitan estas tierras y que desborda cualquier medida dando muestras de su aparición donde haga falta y sin previo aviso; Galicia es tan especial como original y tan suya como aquello que ofrece con tanta generosidad y hospitalidad a cuantos hemos llegado a descubrir atisbos de lo que encierra.
           
    Allí en aquellos llanos, altiplanicie en las faldas del pico Trevinca (2.127 m.) en el “Miradoiro das estrelas” en el límite del Consello de A Veiga, donde pasamos buena parte de una mañana  de los primeros días de este 2.019 que estrenamos,  con la mirada y el ánimo puesto sobre el impresionante horizonte donde destaca entre otros muchos,  la silueta de esa “pirámide” majestuosa y granítica reina de todos estos contornos y dominando cuanto rodea, incluido esa preciosidad de paisaje y perteneciente ya a la provincia de Zamora, como son A Tablilla das Lagoas; hasta allí subimos desde A Veiga, entre esos bosques donde es posible cruzarse en un visto y no visto con algún corzo, jabalí y hasta lobo por las inmediaciones; tierras cargadas de historias, de lloradas ausencias y retornos con “doctorado”, de dureza, coraje, trabajo y que a poco que uno se fije o escuche es bien palpable 

    ¿Qué no tendrá el lugar y su gente que dieron se cita por estos contornos junto a “bandoleros” o “maquis” por mor de una resistencia a la claudicación, no consintiendo la ofensa ni el avasallo de nadie…   ?  
     
     ¿Se escucharía desde estos altos el griterío de una Galicia en pie y sacho o cuanto tuviese en mano, jaleando a sus convecinos en la lucha de aquel Ponte Sampaio, para expulsar a tantos que junto a Napoleón quisieron usurpar lo que siempre fue suyo, echándolos antes que nadie (como en Cádiz) fuera de Galicia?... 
    
      Interminables historias y luchas contra el medio de donde han sabido extraer y crear un modo de vida…  y aquí estamos, observando y aprendiendo cuanto nos rodea, entre pontes, muiños, refugios, lindes o casas trabajadas en grandes y pesadas piedras a base de mucho conocimiento y dominio de canteros anónimos en su mayoría y que es posible encontrar por cualquier rincón. La aldea de Ponte, que tiene unas muestras extraordinarias de este tipo de construcciones, donde es posible apreciar un arte y oficio, anónimo en la mayoría de los casos (aunque existen marcas de cantero…) digno de estudiar con detenimiento pues esto no debería ser “normal” dejarlo como “curiosidades” que uno ve por los pueblos o aldeas de cuando viaja; esto es de un valor y una sapiencia del que se aprende. Luego pude apreciar otras muestras bellísimas en muchos lugares, como en El Bolo o Carracedo, donde quedé sorprendido por la misma cuestión y según iba abriendo el radio de visitas y observaciones, fueron muchas sorpresas deliciosas que han hecho un viaje entrañable y extraordinario que como los anteriores, no olvidaré. Xares, Corzo, Valdín, Baños, Requeixo, Edreira, Meixide, Lamalonga, Espiño, Curra, Prado, San Lorenzo, Casdenodres. A Veiga, Castromao, el Alto de Penouta…    y otro ramillete por la ladera de frente a donde pernoctamos, como son: Carracedo… otra vez sí, precioso rincón del que salí encandilado; Pradolongo, Cobelo, El Bolo, As Ermidas, Viana…    enormes “flores de piedras” que quizás perdieran sus pétalos con la erosión y que son los bolos originales de estos encantadores paisajes; agua, regueiros, riachuelos, charcas, mucha agua; vacas en prados que nos miran al pasar con enormes ojos de bondad y nobles mastines que las guardan; castaños, robles, avellanos; sembrados de chimeneas “fumando” sobre el negro de la pizarra y paro de contar porque son tantas “estampas” de lujo que anda uno desbordado y serían incontables.
Montero Bermudo, empezando 2.019 con ánimos viajeros

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