campiña ecijana

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miércoles, 9 de enero de 2019

Nochevieja en A Veiga



Volviendo a Galicia
        
           ¡Hola Galicia! Murmuré con la conciencia dispuesta y los ventanales de la mirada de par en par, mientras observaba a través del parabrisas cuanto me salía al paso cruzando las callecitas de A Gudiña ¡Ya estamos aquí! Te dije que volvería y ya ves, ansioso y entusiasmado vengo, dispuesto a comerme este mundo integrándome en tu paisaje, cuantas jornadas me sean posible y adelanto, porque me conozco, que al no darme tiempo de tanto como deseo, esto se repetirá.  Y con una incontenida sonrisa, pleno de satisfacción después de un largo viaje, tomé el camino algo más cuesta arriba, por si lo anterior hasta allí era poco y me encaminé a la búsqueda de: San Cimbrao, Viana do Bolo, Mourisca, Mamede y Cobelo y una vez en el Alto, desde donde se disfruta de enormes “extensiones” de cielo y tierra, lugar extraordinario para una meditación y disfrute a todo pulmón de algo tan “simple” pero de tanta grandeza, que la vista se desparrama y recrea con enorme satisfacción, mientras los bronquios se ensanchan y “sanean” con profundas aspiraciones de un oxígeno, sino puro, muy cercano a lo más limpio que pueda darse…   a la derecha, casi en forma de tobogán se deja uno llevar serpenteando entre bosques hasta dar con el Xares, donde A Veiga mora en su orilla como Dama ante el tocador de afeites delante de ese gran espejo de plata, cual Encoro de Prada, formado en el lugar por dicho río; por cierto, que andaba estos días pobre de “azogue”, por mor del trabajo al que destinan sus aguas, pero pronto se repondrá.
          Hasta ahí el trayecto del viaje, del que hacía tiempo esperaba y que al fin estas Pascuas pudo ser. Luego vendrían excursiones o paseos de reconocimiento, visitas y disfrutes en contacto con la naturaleza, con esta, la de aquí en este rinconcito orensano, donde ando casi seguro en una de las mejores que conocí nunca. Lejos anda uno de capacidad descriptiva, para contar qué se siente y qué se ve y, con los ojos del alma, se recogen datos y se archivan en lo más hondo de donde se pueda, porque algún día han de transmitirse a quien te escuche y aunque sea a trompicones, contar del exceso, aglomeración y amontonamiento de tantos matices en belleza y que ahora, bloqueado por la conmoción y falto de cauce para vaciar el alma describiendo, solo atino a decir con cierta claridad ¡Qué bonito! ¡Cuánta grandeza! ¡Qué bello!...
         La emoción contagiada hasta las mismas entrañas, asedian el llanto, el desasosiego, la exaltación y la risa de toda sensibilidad y no permite expresar con fluidez cuanto veo o percibo; me contengo como puedo, miro y observo, respiro hondo y sonrío, no lo puedo evitar y pongo cara de niño a mis años, cuando ya tan lejano en mis correrías a pleno campo, esto, me lo trae de nuevo y con alegría parecida.
Montero Bermudo, empezando el año 2.019

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