Cañatos mi barrio
Cañatos, punto de partida para una aventura
que luego de trances en mil batallas, unas a medio ganar y las otras que en su mayoría perdidas
lo fueron y que hasta aquí han venido a dar, con lo que
ha sido y pueda ser mi vida.
Nací allí en aquel castizo y hermoso barrio porque ella, mi
madre, así lo eligió y si lo hizo pensando en tantas cosas buenas que siempre
me deseó ¿Cómo no he de sentirme
orgulloso de ser cañatero? Ella me
enseñó a querer y a no despreciar, a no
exigir y ser bondadoso, a mirarme en el espejo con detenimiento antes de hablar de lo que en otros me
pareciera ver, pero al mismo tiempo, a sentirme orgulloso de quien soy y de dónde vengo, cada
uno se debe a la defensa de lo suyo, lo demás viene de seguido y las
diferencias no son nada más que eso: variedad. Así que, sin menospreciar a ninguno de los barrios
que forman la vieja Astigi, el mío es Cañatos y cuando hablo de Él se me
expande el pecho porque la esencia y aroma que corren los vientos por sus
esquinas, no me caben en el alma, alma que es corazón y que a pecho descubierto
paseo con orgullo por cuales quiera de los rincones
que deambule por este mundo y esto,
aunque no más sea con el pensamiento se me escapa irremediablemente de
cualquier control o de gobierno.
A mano derecha del Arroyo de la Argamasilla o de las Flores,
cuando justamente este “Nilo” tantas veces brabucón entra en Écija y a partir de la pontezuela que diera paso al
arrecife de Sevilla ahí se hizo mi
barrio, cogiendo solera y categoría y a
pesar de sus muchas anegaciones en el
sustrato del lugar como si a orillas del
que en Egipto fuera, se creó su grandeza, porque además de venero inagotable que se alimentara allá en lo alto de las
tierras de La Argamasilla ayudado también
por el aliviadero de las Dehesas de Mochales, el agua siempre fue un
bien impagable y el poso de sus vertidos le aportó durante siglos la solera de
la que todo cañatero se “empringa”.
Cañatos al sur de la Ciudad, del allá de sus antiguas murallas y
a la diestra de donde marcaran el kardo maximus aquellos fundadores de la Colonia Augusta
Firma Astigi, por donde la Atalaya del
Alcázar hacía vigía sobre una puerta que dio vertidos de muchas huestes camino de las tierras de aquella Urso
romana, a la
defensa de lo que otrora le arrebataran
aquellos bereberes que capitaneara Tariq
y que ahora convertidos en Nazaríes
sobre Granada y su vega se replegaban y de una creencia y de una fe que fue cristiana, que lo sería primero, como romana.
Hablar del barrio... empezar y no acabar... seguiré.
Montero Bermudo. 23 de septiembre de 2014
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