Un perro sin rabo
¡Mira papá un perro sin rabo! dijo el
niño a su padre mientras paseaban por el parque - hay niños que por curiosos lo
ven todo – es verdad - respondió el padre con cara de extrañeza - pues algo le
habrá pasado, porque yo conozco a ese animal y toda la vida de Dios ha llevado
su rabo… ven, vamos a preguntarle.
¿Qué pasa Bobi? andas muy serio ¿Qué ha
sido de tu rabo?
El perrillo con cara de circunstancia y
con la mirada más bien distraída, sin fijarla en punto alguno, con la expresión
en Babia, como se suele decir, respondía inseguro y con gestos y palabras a
medias o entrecortadas: que se ha ido el rabo, que no quiere seguir conmigo,
dice que desea más libertad y que solo, además de encontrarla se sentirá más
cómodo, porque donde esté un rabo, que se quiten todos los perros… Que se ha independizado vaya…
¿Eso cómo va a ser hombre? Eso es una
locura, toda la vida juntos y ahora cada uno por su lado no saldrá nada bien. El
rabo es una parte fundamental tuya, porque juntos habéis nacido y cualquier
amputación es contra natura. Siempre se
escuchó aquello de: “Las fatiguitas que pasa un perro cuando le cortan el rabo,
son las mismas que las del rabo cuando le cortan al perro” ¿Cómo habrás de
apañarte ahora cuando quieras agradecer los halagos que te hagan, cuando la
llegada de tus dueños o amigos e incluso cuando husmeas buscando cosas? ¿Y él qué
pretende, encontrar otro perro que acepte colgarse para andar de espaldas?... ¡Por Dios qué equivocación! Bobi, con los
ojos lagrimosos, no podía mantener la mirada hacia quien le hablaba y miraba al
suelo, se encogió de hombros y allí siguió perplejo y confuso, apoyado sobre el
tronco de un árbol del parque, el mismo que usaría más adelante para hacer su
pipí, parecía como si todo le diera igual, mientras esperaba que aquel sol de
primavera levantara algo del horizonte y calentara de otra forma más provechosa.
¡Venga chucho anímate! Seguro que
volverá, porque él solo se encontrará tirado por los suelos y mal visto por
todo el que lo mire, que no comprenderá la torpeza de andar sin perro en el
mundo…
La vida cargada de misterios y de
“novedades”, puso siempre complicaciones donde no eran menester y mientras más
inteligencia, más tropiezos, disputas y rivalidades surgen… cabezas pensantes de rabos acomodados que encima
luchan por salir de su privilegio, pensando en ser más felices con perros
colgados de si…
Allí lo dejaron siguiendo el paseo
mientras el padre: comentaba ilustrando, aleccionando y orientando con los
mejores ejemplos a su vástago, en pro de una educación y llegaron en su caminar
al final de la arboleda, donde una gran esplanada o plaza, llena de edificios
ampulosos y significativos de lo que podría ser lugar privilegiado y pomposo,
lleno de ruidos, jolgorio, griterío y movimiento de cualquier bicho viviente…
¡Mira papá un rabo! – la curiosidad del
niño no cesaba - el del Bobi - dijo el padre- es el mismo que conozco, por el
color, la forma… ven, Vamos a preguntarle.
¿Qué pasa rabo? te veo muy entusiasmado y
entretenido aquí atento a todo este desmadre o batiburrillo de gente, rabos,
perros y demás que no sé cómo te aclaras. El ambiente era de locos o para
volverse: pancartas, globos, cintas y banderas irreconocibles por inventadas,
buscando en el aire su espacio batiéndose como en guerrillas de niños de
barrios y enarboladas por todo ambiente, cada una con distintos colores y
formas las que por nuevas, raras e insólitas desconcertaban al más pintado,
pero por lo visto tenía más que distraído a todo zombi de aquella gran concurrencia,
la que no atenta ni a ellos mismos, buscaban en su disloque el encuentro con
alguien, que dicho entre nosotros, solo apercibían algunos interesados pendientes
y venidos de fuera ¿Ellos? Ellos no, ellos andaban ocupados en aquel aquelarre.
Además cantaban, bailaban y gritaban en vítores a no sé qué, cada uno a un
ritmo y lenguaje distinto, del que surgía un guirigay donde nadie se expresaba
ni parecido, inventándose un palabrerío que ni en sus costumbres habían
existido, con tal de hacer un ramillete de distinción para con los demás y el
rabo allí esperanzado, esperando la hora anunciada del “maná” y que para su
desgracia y contradicción, no llegaría nunca, pero en aquel “impas”, sería el
rabo más feliz del mundo; por fin se empezaban a cumplir sus deseos (los que
algún otro rabo interesado le habría inculcado) o los veía a punto de cumplirse.
Allí quedó aquel rabo en su “libertad”,
esperanzado en su nueva existencia y Bobi unas cuantas esquinas más allá esperando
también aclararse, mientras encontraba solución a su falta y pensando en cómo
habría de comunicar a los demás a partir de ahora, sus penas, miedos, alegrías…
sin su rabo nada sería igual, pero anda que el rabo…
Montero Bermudo.
El dichoso virus que anda suelto, me estará afectando, porque noto
rarezas en mí. Primavera 2021
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